10 octubre 2009

Capítulo 16: La espada virgen

Mi poder celestial me rodeaba, mis alas estaban desplegadas en todo su esplendor. Cuando mi poder se levanta me rodea y en ocasiones me ciega, por eso no vi la espada volar hacía mi hermano. Me pareció algo así como un espejismo, en un momento Nazan intentaba recoger a Ashn del suelo y al siguiente la espada virgen de Virgin estaba clavada en Pamv. Pero lo más sorprendente es que Pamv se encontraba en brazos de Erika. ¿Desde cuándo se podía tele trasportar? Nunca había escuchado que un vampiro lo pudiera hacer.

- ¡¡¡Noooooo…!!! – Ese grito me partió en alma, nos dejó a todos en nuestros sitios. Su poder era de tal intensidad que estábamos todos paralizados. El grito resonó en nuestras cabezas y estaba seguro de qué se había escuchado en kilómetros a la redonda.- Pamv, Pamv ¿Pero qué has hecho?- Desde mi distancia no hubieran tenido ningún sentido esas palabras, pero de alguna manera su poder nos estaba haciendo partícipes de todo su dolor. Le debíamos de sumar que su dolor en condiciones normales sería mi dolor, ahora mi corazón estaba roto por el suyo. La mecía entre sus brazos como si de un bebé se tratase, sus lágrimas caían sin un destino fijo en un torrente por sus preciosas mejillas ahora bañadas de sufrimiento. Me buscó con la mirada.- Izan, por favor…- No debería de haber escuchado ese susurro pero de alguna forma le escuchaba alto y claro, como todos los demás. En estas condiciones le daría lo que fuera por evitarla aunque fuera un poco de sus dolor, daría mi vida si eso lo arreglaba todo.- Izan, tú puedes curarla.- Por supuesto, le podía dar todo menos eso.

- No puedo, cariño. – Me fue acercando a ellas. Virgin y Loren se encontraban a mi espalda, pero de una forma u otra el dolor de Erika las tenía atrapadas, ahora no eran un peligro.- Lo siento tanto…- las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Joder, cuatro centímetros más abajo y si que hubiera podido curarla.- Le ha perforado en corazón, no puedo hacer nada por ella.

- Pamv, Pamv, te pondrás bien hermana.- Le dijo en un susurro casi incomprensible. Seguía meciéndola en sus brazos. Estábamos todos concentrados en ellas. El poder de Erika era tan atrayente… nos tenía en sus redes a todos. Le limpió la boca con su manga. Y Pamv comenzó a hablar.

-Er...ika, lo siento, lo he estropeado todo.- En ese instante fue cuando me derrumbé. Por supuesto nadie se dio cuenta de ello. Su dolor me consumía peor que a los demás. Mi poder estaba fluctuando hasta que mis alas de volvieron a plegar y mi resplandor se apagaba. ¿Qué ocurría? Escuchaba a Pamv toser y un torrente de sangre se precipitaba de su boca.- No podía…no podía dejarle morir… Lo entiendes ¿verdad? - “Le amaba” concluyó mentalmente.

Sus ojos estaban anegados en lágrimas qué no tenían fin. No tengo ni idea de cómo lo consiguió pero Nazan se sobre puso a su atracción.

- No hables, por favor.- Dejo mientras se arrodilaba justo en frente de Erika.- Pamv, te pondrás bien.- Le dijo acariciando su mejilla.- Nunca, ¿me escuchas?, nunca podré agradecerte lo que has hecho por mi.- Y la besó.

En cuanto se levantó de aquel beso sus labios habían quedado pintados con la sangre de la boca de Pamv. Para Erika no había nada más que su hermana, su mirada fija en su cara. Las lágrimas de su dolor caían de forma intermitente al cuerpo de Pamv, que poco a poco se estaba apagando de vida.

Todos nos dábamos cuenta de qué su tiempo estaba llegando a su fin. Estaba aterrorizado, el poder de Erika era cada vez más imponente y atrayente. Pero lo que más me horrorizaba era que era un poder oscuro y cruel, no era el poder de mi Erika era el poder de la vampira Erika. Esa que había matado durante años a mi raza, aquella qué mató al hermano de Nala, aquella qué me había buscado para matar, aquella que yo quería matar. Podía sentir todo aquello que sentía Erika, podía darme cuenta de qué todo esto no iba a llegar a ningún sitio.

El odio me sacudió entero, la desesperación hacía mella en mí como lo hacía en Erika. Nada de amor, ni ternura, ni cariño tenían cabida en su interior en este instante. Rabia. Odio. Rabia. Odio. Mis fuerzas fueron fallando, ahora solo era un ángel en la oscuridad, mis poderes se habían ido en cuanto el amor abandonó el cuerpo de Erika.

Un grito de rabia resonó en todo el bosque, Pamv se había ido dejando solo los recuerdos. Sé que todos estábamos temiéndola. Su propio pelo levitaba a su alrededor sin gravedad, sus ropas también incluso no estaba muy seguro de sí estaba andando a unos centímetros del suelo o sobre él. La espada Virgen estaba en su mano, el poder de esta más el de Erika, hacían un dúo que prometía venganza.

- Tú pagarás las consecuencias de esto.- Dijo apuntando a Loren. Su voz era algo estridente y terrorífico. Todo su yo había sido trasformado en un monstruo. Ni siquiera se lo pensó, en un instante la espada estaba en su mano y al siguiente atravesaba su corazón. Loren se desvanecía casi al instante.

Esto tenía que parar. Sí las historias eran ciertas aquel que poseyera la espada Virgen y matara a repetidas personas con ella le dominaría la ansía de matar. Erika no necesitaba mucho incentivo para seguir con su plan. Había que detenerla, había que hacerle recordar quién era en realidad.

Anduve como pude hacía ella, mis movimientos eran torpes y débiles. No me quedaba mucho tiempo.

- Basta cariño, por favor.- estaba casi a su espalda.- Si sigues matando te dominará su ansia de matar, recuerda quién eres.- Casi podía sentir su calor, intente agarrarla por detrás y abrazarla, pero ella ya estaba haciéndome frente. Su cara era una máscara de crueldad y maldad. Esta no era mi Erika. Y entonces con el brazo libre me golpeó, haciéndome caer de espaldas tres metros para atrás.

- Recuerda. Yo era así antes de conocerte.- Casi me escupió las palabras.- Y ahora qué, mírame, ¿Pidiéndole a un hada oscura que no use la espada por qué podría morir mucha gente?- Dio una risa seca y sin humor.- Mira en lo que me habías convertido, esa no era yo. Esta es la verdadera Erika, la hija de Isabella y la futura reina de los vampiros.- dijo en un grito. Estaba tan horrorizado, mi garganta estaba seca. Ya no había vuelta atrás, todos e incluido yo íbamos a morir por esa espada.

Mis ojos no daban crédito a lo que veían y mi cerebro tardó en asimilar todo esto. Tenía que haber una solución. No iba a morir sin pelear de eso estaba seguro, tenía que devolver a Erika su humanidad, nuestro amor, su cariño, su pasión… Pero estaba ten débil. Sé que ya no resplandecía, no había ningún resplandor en mi cuerpo, todo mi poder se había esfumado. Estaba totalmente seguro de qué no iba a tener la fuerza física suficiente como para poder pelear con ella, pero algo sí que me quedaba, nuestro contacto mental. No tenía que concentrarme mucho, sabía perfectamente cuál era la ruta a seguir hasta su mente.

Comencé mandándole los sentimientos qué me abrumaban cada noche desde hace 300 años cuando la veía en mis sueños. Seguí con la primera vez que la vi en el bosque, el placer cuando se alimentaba de mí. Le relaté como en mi sueño ella lloraba por mi ausencia pensando que me había matado. Lo bella que la encontraba bajo la luz de la luna. Lo orgulloso que me sentí cuando dio su libertad por mi vida. El sentimiento de alivio al verla esperándome para fugarnos y por último nuestro primer beso. No sé cuánto tiempo estuvimos así pero sé que estaba más cerca del desmayo cada minuto que pasaba. Volqué en mis pensamientos todo el amor, la ternura, el cariño, la pasión, el anhelo del qué fui capaz. Y justo cuando pensé que nada de eso era suficiente para hacerla volver a mi lado, gané algo de fuerza.

Sonó un ruido sordo. Me atrevía a mirarla. Estaba a 2 metros escasos míos, se encontraba de rodillas y su mirada fija en la mía. La espada aún colgaba de su mano y su aura era aún poderosa y oscura. Pero su me miraba horrorizada. Había encontrado una grieta. No desperdicié la oportunidad.

Me puse de rodillas y me arrastré hacía ella. Ella no se movía, ni siquiera estaba seguro de que respirara. Temía su estado, pero debajo de todo eso se encontraba la persona a la que amaba, a la que amo y que pase lo que pase la amaré. La besé.

En cuanto mis labios tocaron los suyos su cuerpo se relajó bajo mi toque. Este beso fue una mezcla de los dos anteriores. Había pasión, amor, ternura, cariño, perdón, pero ante todo era un beso de curación. Sonó el ruido de un metal contra la tierra, la espada había caído al suelo desde su mano. Mi cuerpo estaba recuperando su resplandor y su aura estaba desapareciendo. Su cabello cayó sin vida contra su espalda y mis manos enseguida la abrazaron. De mis ojos caían lágrimas de felicidad y ella había comenzado a llorar también.

En el momento en que el poder oscuro se desvaneció, la voz de Virgin se escuchó alta y clara.

- Erika, me las pagarás. Todo ha comenzado, los vampiros vienen hacía acá creyendo que un ángel a matado a la hija de la reina. En más concreto creen que has sido tú Izan. – Dicho eso desapareció.

Interrumpimos el beso pero no el abrazo. Nos pudimos de pie pero sin dejar de tocarnos, como si el simple hecho de tocarnos fuera a solucionar todo esto.

- Casi te pierdo.- la dije en un susurro. Y casi al mismo tiempo que hablaba aparecieron quince ángeles de la guardia de mi madre.

Mierda. Me había olvidado por completo de la amenaza de mi madre. Ya habían llegado y lo qué es peor la guardia de Isabella también venía hacía el bosque. ¿Cómo se había liado esto?

En el fondo daba lo mismo como se había liado lo más importante era que la única salida que teníamos era luchar. La guerra había comenzado. Mis ojos evaluaron nuestras opciones nosotros éramos 3 contra 15. Erika fue más rápida que yo.

- “Nazan llévate a Ashn ¡ya! Escóndela en el bosque y nosotros intentaremos levantar un conjuro de protección hacía ella para que nadie la encuentre.”- Resonó en mi cabeza. Claro no había dejado de estar conectada a ella mentalmente, unido a que nuestras manos estaban conectadas.

El líder de la guardia se adelantó. Por supuesto le conocía, mi madre no se andaba por las ramas era su mejor soldado. Mediría alrededor de los 2 metros, sus espaldas eran tan anchas como 2 de nosotros juntos. Su pelo rubio hasta los hombros lo llevaba recogido en una coleta a su espalda. Su arma, una espada celestial, estaba preparada en su mano.

- Tu madre nos manda para llevarlos de vuelta a la hermandad celestial.- me dijo el líder de la guardia de mi madre.- Hemos recibido órdenes de matar a los que se resistan. Sea quien sea.- Me miraba de frente. Era extraño aún así, Erika y yo podíamos palpar su miedo. Tanto Erika como yo éramos conocidos por todos, y por supuesto todos los que allí se encontraban sabían perfectamente quienes éramos. Su mirada se movió a nuestras manos unidas y palideció.

- Lo siento pero nadie va a ir a la hermandad. Y no tengo la intención de dejar que lastiméis a nadie y mucho menos de matar a ninguno de nosotros. – Quería dejar claro eso. No nos dejaríamos mangonear y menos por Alishea.

Sentí a Erika agacharse. En cuanto la miré me devolvía la mirada con una sonrisa, en su mano libre sujetaba con fuerza la espada Virgen.

- Marcharos.- Dijo desviando la mirada.- La guardia real de mi madre Isabella viene hacia aquí, no queremos comenzar una guerra inútil, largaos.- les dijo Erika apuntándolos con la espada.

- No.- Dijo el guardián negando con la cabeza.- Tenemos órdenes y debemos cumplirlas, y esa es mi última palabra.- y en el momento en que terminó la frase, se lanzó a por Nazan que andaba ya hacía las profundidades del bosque con Ashn en brazos.

Nazan dejo caer a Ashn al suelo la cual soltó un grito estrangulado de dolor. Había olvidado por completo al bebé.

- “El bebé”- me comuniqué con Erika. Ella no me miró seguía apuntando a la guardia con la espada pero movió su cabeza afirmativamente para darme el visto bueno.

- Moveros y os mato.- Dijo mientras me soltaba de su mano y me dirigía hacía Ashn.

- Ashn, ¿estás bien?- Le dije poniendo mi mano en su tripa- ¿necesitas comer?-

- Me duele, izan- dijo con voz estrangulada.- mi bebé se muere. Necesito más sangre. Nazan a intentado darme la suya pero no la asimila. – Su cara estaba blanca y sus labios cada vez más azules.

- Cielo no te preocupes yo te voy a dar sangre de ángel si es lo que mi hijo quiere.- le dijo mi hermano que peleaba con el líder de la guardia. Por supuesto no hay rival para mi hermano al igual que no lo hay para mí. En menos de un minuto había cortado su yugular.

- Vamos pelele. Ahora harás algo útil. Serás la cena de mi futura esposa.- Dijo giñando un ojo a Ashn. La mirada de Ashn era de amor, pero entonces sintió horror cuando se dio cuenta de que se tenía que alimentar de ese ángel medio muerto. - Come cielo. Ahora tienes sangre hasta que te empaches.- Se veía la resistencia en la cara de Ashn pero en el momento en que Nazan colocó el cuello sangrante del guardián bajo su nariz, se tiró al cuello sin pensárselo dos veces.

Me giré hacía la escena que se desarrollaba a mi espalda. Uno a uno los guardianes iban cayendo de mano de la espada Virgen que estaba controlada por Erika.

- “¿Sabes lo qué haces?”- Le dije en sus pensamientos a Erika.

- “Si tú estas cerca todo irá bien. No tengo porqué sucumbir a ella más.”- Dijo mientras peleaba.- “Además ahora sí que la controlo. La siento una parte de mí. ¿Sabes qué significa eso?”

- “Sí, que no todo está perdido”- Es verdad, que Erika tuviera su control era a la vez una maldición y una bendición. Aquella persona que posea la espada controlándola, era capaz de invocar al que llamaban ejército dorado, un ejército invencible formado por seres de la luz y seres de la oscuridad muertos en la batalla.

Poco a poco nos fuimos quedando sin enemigos y Erika dejo de luchar. Yo me quedé estático.

- “Erika cielo, ¿estás bien?- La voz llegaba a mi mente desde el vínculo con Erika.- Se lo que le ha pasado a tu hermana. En seguida estoy ahí, estoy a punto de llegar.- Su voz cambió de cariño a odio.- Ese ángel nos la pagará y Nazan también por ser el traidor de nuestra raza.”

- Izan, mi madre. – Me dijo con la voz estrangulada.- Estará aquí en unos minutos. Ella nunca sale de la hermandad.

Me giré para ver que tal estaba Ashn y Nazan. Ashn ya se había alimentado lo suficiente, su piel había recuperado su color original y tenía un aspecto mucho más saludable. Esta estaba apoyada contra el pecho de Nazan y este le acariciaba la tripa como calmando al bebé. Ambos se miraban con ternura y estaban compartiendo algo maravilloso. ¿Cuándo tendría yo momentos tan bellos y felices como esos? El beso que estaban dándose estaba cargado de anhelo y de promesas de futuro. Pondría la mano en el fuego para lo que tuvieran pensado no les importaba para nada que hubiera una barriga entre medias.

- No te preocupes cariño.- Le dije mientras me acercaba otra vez a Erika.

- Izan yo… yo no quiero luchar contra mi madre.- Dijo bajando la mirada.- ¡Es mi madre por el amor de dios!

- No tendrás que luchar contra ella si no quieres.- La dije mientras la levantaba la cara por la barbilla.- Mi madre también viene para acá. Y de seguro que no está muy contenta con la matanza de su mejor guardia.- Le dije mirándola a la cara.- Pero estoy tan orgulloso de ti.- Y la besé en los labios. Nuestros poderes unidos junto el poder de la espada viajaban como electricidad por nuestros cuerpos. Nuestros labios quemaban donde estaban unidos con el otro. Nos dio igual que hubiera una guerra inminente en breves, ni que nuestras madres se dirigían hacia nosotros para matarnos mutuamente. Juntos éramos invencibles.

Era extraño que nuestras mentes siguieran conectadas y cada uno sintiera lo que sintiera el otro. No se donde comenzaba mi deseo y acaba el suyo, donde empezaba mi amor y acaba el de ella. Era una sensación tan… emocionante. Justo cuando nuestros labios se abrían para dejar unir nuestras lenguas.

- Vaya, vaya, vaya.- Isabella, la madre de Erika apareció en la escena.

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