17 octubre 2009

Capítulo 17: La verdad

Sus labios se sentían tan bien en los míos, me hubiera encantado poder estar a cientos o miles de kilómetros de allí nosotros dos solos. Necesitábamos tocarnos y besarnos como necesitamos el aire para respirar. Sus sensaciones se unían a las mías a través de nuestra mente. Suspiré. Había escuchado miles de veces en miles de películas románticas: “Sí estamos juntos todo irá bien”. ¿Y qué pasaba? Por supuesto todo salía al revés, esta no tenía que ser una excepción, pero ni de coña esa frase iba a salir de mi boca.

Lo único que tenía seguro es que pasase lo que pasase no quería que muriera bajo ningún concepto, ¿Cómo sobrevivir sin esto? Nuestra unión era lo único que nos mantenía de una pieza. Mi corazón aullaba de dolor por mi hermana y a la vez gritaba al amor de Izan.

Mi brazo se había acostumbrado al peso de la espada y se sentía cálida bajo mi mano. Y no estaba loca, la espada me mandaba pequeñas vibraciones de la situación, incluso estoy segura de haber matado a uno de los ángeles tal y como ella ha querido que lo hiciera.

Pero nada de eso importaba, lo único que ocupaba mi mente era esos labios en los míos. ¿Cómo se sentirían por mi cuerpo? Puede que no llegara a saberlo nunca. Obtuve un estremecimiento en mi cuerpo, la desesperación se comenzaba a manifestar, le necesitaba ya conmigo. En cuanto fui a probar su lengua, esa lengua tan exquisita y asombrosamente sensual, la espada vibró en mi mano.

- Vaya, vaya, vaya.- “mierda” me dije mentalmente. Mi madre hizo su aparición estrella. Me separé de los labios de Izan con todo mi pesar. Pero no solté mi agarre de su mano.

- “Pronto”- Le dije a Izan por nuestro vínculo. Sabía perfectamente a qué me refería. Necesitábamos algún tiempo para nosotros a solas… sí salíamos de esta claro. Su mano me dio un apretón cariñoso en señal afirmativa. Sabía que él lo estaba deseando tanto como yo. Tuve que menear la cabeza de un lado a otro para despejarme.

Apareció entre árboles acompañada con un batallón de vampiros. Se había cambiado de ropa desde la última vez que la vi. Se había puesto un vestido griego rojo atado por un broche a su hombro y qué caía hasta los pies. Sus ojos nos miraban con rabia contenida, esos ojos exactamente igual de verdes que los míos.

- Ma…má- Le dije con la voz ronca. Su enfado fue en aumento al percatarse de que nuestro agarre no se interrumpía. Pero era extraño, su enfado me llegaba pero no me afectaba como siempre, claro que ella aún no había visto mi poder, el de Izan y el de la espada unidos.- No tendrías que haber venido.- Eso la pilló desprevenida.

- ¿Qué no tendría que haber venido? ¿Me lo estás diciendo en serio Erika?- No esperó una respuesta por mi parte.- ¡¡Ha matado a tu hermana!!- Gritó señalando a Izan. Su enfado iba en aumento a cada segundo. Se iba a repetir la escena de mi habitación, pero creo que esta vez no iba a pararse en lo de golpear.

- No, mamá. No ha sido Izan el que…- No me dejó acabar. Quería un culpable y quería venganza, le daba lo mismo que no hubiera sido él, se cómo iba a acabar esto. Mi enfado y mi poder aumentaron haciendo frente al de mi madre.

- ¿Estás protegiendo al asesino de tu propia hermana?- Su pelo moreno hasta la cintura se encontraba a su alrededor flotando en el aire. Y entonces se le iluminó la cara y miró a Izan.- ¿Qué le has hecho?- le gritó.- ¿Un conjuro? ¿Un maleficio?- Me hizo recordar una conversación pendiente con mi madre. Con cada pregunta nos llegaban ondas de poder que nos desplazaban un poco hacía atrás.- ¡Confiesa maldito!- Se qué iba dirigido a Izan pero ambos lo notábamos de la misma forma debido a que estábamos unidos.

- ¡Basta mamá! – La dije gritando también, a la vez que colocaba delante de Izan con la espada en mi mano. Mi poder también había crecido y mi furia le hizo retroceder como ella hace un instante. Su cara se volvió pálida y sus ojos estaban fijos en la espada. Ahora sí que tenía toda su atención.- Izan no ha matado a Pamv.- Le dije con los dientes apretados y señalándola con la espada.- Y no te atrevas a decir lo contrario.-

- Erika…- Dijo con la voz más calmada.- ¿Dónde… has conseguido esa espada?- Era la primera vez que veía a mi madre dudar. Me miraba con el ceño fruncido.

- ¿Y eso qué más da? – Dije quitando hierro al asunto.- Quiero que me cuentes todo lo referente al maleficio.- Su cara ya pálida se quedó rígida.

- No sé… de qué me hablas.- Me dijo en un susurro. ¡Pero tenía morro la tía!

- Sabes perfectamente de lo que te hablo. – Ella seguía negando con la cabeza.- ¿Me vas a hacer sacártelo a la fuerza, mamá?- Su cara se volvió confiada.

- Sabes que nunca llegarías hasta mí. – Dijo echando una mirada a su batallón. Serían alrededor de unos 12 vampiros.

- Ponme a prueba.- Agarraba la espada con más fuerza. La espada estaba preparada para esta batalla y así me lo hacía saber, pero… ¿era capaz de luchar contra mi propia raza?

- Basta Erika, no seas insolente. ¿Matarías a los tuyos por defender a un enemigo?- No le contesté por supuesto otra de sus preguntas retóricas. Si tenía que hacerlo lo haría, pero me dolería matar a mis iguales.- ¿Es que no te basta con que haya matado a tu hermana?- Dijo volviendo a señalar a Izan. Su enfado iba en aumento, claro que el mío también y no me iba a temblar la mano por defender a mi ángel.

- Si madre, lo haría.- En su cara se refleja el golpe bajo que acababa de recibir. Y ella también se dio cuenta de que cambié su apodo normal al apodo que usaba cuando me enfadaba de verdad, “madre”.- Pero no quiero luchar contigo. Lo único que quiero es saber la verdad sobre el maleficio.- baje un poco la espada. Siempre había sido capaz de leer muy bien las expresiones de mi madre. Me miraba con asombro, supongo que se había dado cuenta de qué espada estaba sujetando y que la espada no me dominaba. Su cara cambió al miedo. Se quedó meditándolo durante un tiempo y por fin tomó una decisión.

- Muy bien te lo contaré. Con una condición.- Le di una señal afirmativa.- Que antes me digas como has conseguido la espada y de dónde diablos la has sacado.

- Antes de que llegarais y que llegaran los ángeles. Vinieron Loren y Virgin, la traían con ellas.- La dije mirando la espada con fascinación. Era el arma más perfecta y bonita que había visto en mi vida.- Según me contaron la sacaron del límite de los mundos.- La volví a mirar a la cara.- Con ella mataron a Pamv.- Le dije en un susurro.- Pero no te preocupes la cogí y mate a Loren.- Le dije encogiéndome de hombros. Me miró fascinada y luego horrorizada.

- Hija, no digas tonterías. Eso es imposible. Sí hubieras matado a alguien con esa espada- dijo señalándola- te habría dominado, y por lo que veo no solo has matado a Loren, sino que también a unos cuantos ángeles.- Se quedó pensativa después de que no le rebatiera su razonamiento.- ¡¡Me estas mintiendo!!- Su grito nos llevó unos centímetro hacía atrás. Su furia comenzaba a alzarse otra vez. La única diferencia es que solo eran dirigidas a mí, por mis supuestas mentiras.

- ¡¡No te estoy mintiendo!!- Le dije pagándola con la misma moneda, mi poder se alzó hasta llegar a ella, que tembló un poco por mi fuerza.- Al principio- comencé a relatarle- me dominó sus ansías de sangre y dolor. Pero… – mire a Izan - gracias a Izan volví a ser yo misma y la pude controlar.- Volví la mirada a mi madre.- Nuestro amor me hace no sucumbir a la oscuridad. Y de verdad que hubiera sido tan fácil…- Dije en un susurro. Mi madre seguía teniendo esa mirada escéptica en su cara. Bien ya me había cansado. Me solté del agarre de Izan con todo el pesar de mi corazón y me acerqué hasta mi madre.- Si no lo crees míralo tu misma.- Le dije levantándome la manga y ofreciéndole mi muñeca. Si bebía de mi sangre sería mucho más rápido, ella lo sabría todo de inmediato.

- Pero que dices Erika. – Dijo retrocediendo un paso.- No te voy a morder, no quiero beber de mi propia hija.- Cuando me lo dijo sentí alivio, ya que no solo podría ver el encuentro con Virgin, sino que podría ver cualquier encuentro. Incluyendo los que había tenido con Izan.

- Vale yo ya te he contado la verdad aunque tú te niegues a aceptarla. Ahora es tu turno. Quiero la verdad sobre el maleficio.- Dije con dureza. Aún así era mi madre así que añadí.- Por favor.- le dije mirándola. La guarda de mi madre estaba en su retaguardia preparada para el ataque cada minuto que pasaba la tensión entre todos aumentaba un grado más y así lo notaba en la vibración de la espada, preparada para el ataque. Mi madre suspiro y comenzó la historia. Miraba a todos los lados menos a mí.

- Muy bien te lo contare todo. Sólo te pido que no me interrumpas.- Le hice saber que lo iba a cumplir y continuó.- Cuando naciste celebramos tu nacimiento por todo lo alto, es una tradición que cuando nace el primogénito de los reyes todos los seres oscuros del mundo le rindan lealtad y respeto. La ceremonia iba perfecta hasta que esas dos aparecieron, en cuanto pusieron sus ojos en ti sabía que algo iba a ocurrir. Se plantaron delante de ti como abstraídas.- Tenía toda mi atención en la historia, me moví hacía atrás hasta volver a quedar junto a mi ángel. Esto de una forma u otra nos iba a salvar o a condenar a ambos. – Siempre has sido bella. Bueno en cuanto Virgin posó sus ojos en ti sintió celos por lo que un día ibas a llegar a ser.- Bajo su mirada.- Ni siquiera me dio tiempo a pensar. En menos de lo que tarde en parpadear estabas rodeada de una neblina oscura y densa. No me dio tiempo a darme cuenta de lo que pasaba, ella te había echado un maleficio.- Levantó la mirada hasta mí. Su mirada me mostraba que ella me había fallado ¿Pero cómo podría haberlo sabido? – Las cogimos como pudimos, esas dos son los seres más escurridizos que me he encontrado. En cuanto las tuvimos en nuestro poder, tu padre y yo obligamos a Virgin a decirnos que te hizo. Ni siquiera nos hizo falta amenazarla o torturarla, estaba orgullosa de lo que había hecho. – Se aclaró la voz y continuó de nuevo.- El maleficio al que te había condenado era el sufrimiento eterno de amor y deseo.- Nos miró a ambos, como si necesitara de nuestra aprobación para continuar.

- ¿Qué? – Le dije a mi madre.- Continúa.

- Verás ellas habían visitado anteriormente a un oráculo. A un oráculo oscuro. Que predijo que tu amor verdadero, tu otra parte, era un ángel. Por supuesto no tenían ni idea de qué ángel estaba predestinado a ti. Así que, te maldijeron en consecuencia. El amor y el deseo al final acabarían matándote si no llegabas a encontrar a tu amor verdadero, condenada a buscarlo de por vida. Pero que aun encontrándole vuestro amor estaba condenado al fracaso. Ellas sabían todo eso y planearon todo de antemano. En cuanto supe lo que hicieron contigo busqué a los mejores brujos, brujas y hadas oscuras, pero todos concordaron en que no había ningún contra maleficio. – Suspiró.- No sé porqué no las mate cuando pude, supongo que pensé que si no las mataba todo esto podía ser reversible. Las desterré. – Miró a Izan.- Lo que nunca imaginé es que fueras tu el ángel entre todos los ángeles.

- ¡Madre! ¿Me estás diciendo que todo este tiempo has sabido del porqué de mis sueños?- Esos sueños fueron mi verdadero quebradero de cabeza durante toda mi adolescencia. Le pregunté miles de veces a mi madre que significaban y siempre me dijo que no lo sabía.- ¿También sabías que me iba enamorar de un ángel y nunca tuviste cojones a decírmelo? – Mis ojos se estaban llenando de lágrimas por la propia rabia. Mi madre me había visto sufrir durante tantos años y no había hecho nada. Mi cabeza era un hervidero de pensamientos, demasiada información importante para asimilar en una sola noche. Mi poder se estaba desbocando solo, estaba comenzando a sentirlo bajo mi piel como si viajara por mis venas.

- Hija, escúchame.- Mi rabia me nublaba. Pero respiré hondo para aplacarla un poco. Izan me rodeo con su brazo, parecía absorber algo de mi furia. – Lo… lo siento tanto. Yo de verdad que no quería que sufrieras, por eso te busqué un marido. Tenía la esperanza de que te enamoraras de uno de tu clase y no de un ángel.- Podía sentir el dolor, la pena y el sufrimiento de mi madre desde donde me encontraba.

- Vale mamá. Te creo.- Su cara se alegro con esas palabras.- Pero – dije antes de que se hiciera ilusiones - no puedes esperar que me case con nadie sintiendo lo que siento por Izan. En todo caso me casaría con él.- Dije mirándole con una sonrisa.- lo comprendes ¿verdad?- Volví a mirar a mi madre.- No quiero hacerte sufrir, pero no me casaré con nadie que no sea mi ángel.- Esperaba que me comprendiera, que comprendiera que todo esto en el fondo se nos escaba de las manos a ambos. Nos amábamos y ya no había mucho que pudiéramos hacer. Mi madre volvió a su cara de madre y no había nada de comprensión en ella.

- ¡Basta de tonterías Erika! Vas a volver ahora mismo conmigo a la hermandad de la luz.- Su rabia aumentaba poco a poco, pero estaba loca si pensaba que la iba a hacer caso.- No dejaré que te eches a perder por un ángel. Él no es de tu posición pero si…¡¡ni siquiera es de tu raza!!- En ese último gritó su rabia alcanzó un punto máximo y nos mandó a Izan y a mi hacía atrás como antes. No se lo que tenía en mente pero miró a Izan.- Y tú, ángel – la última sonó más como un insultó que como un simple apodo.- ¿Estarías dispuesto a cambiar por ella? ¿Estaría dispuesto a convertirte en lo que más odias? – Le miraba con diversión. Izan, mi precioso ángel convertido en un vampiro. Solo de pensarlo me sonaba a aberración. Pero mi madre continuó.- Sé lo de tu maleficio.

- ¿cómo es posible que lo sepas?- Le dijo Izan con sorpresa.

- Digamos que en tu hermandad tengo oídos. No todo es lo que parece. – Lo decía con una sonrisa. Izan se quedó pensativo.

- “Es Nala. La pelirroja, la qué me recogió aquella noche.” Me dijo por nuestro vínculo. “Los únicos que lo sabíamos éramos Nala, Alishea, mi hermano y yo.” Toda la carnaconversación estaba teniendo lugar sin que mi madre lo supiera. Y por supuesto me encantaba sorprenderla.

- ¿Desde cuándo trabaja Nala para ti?- Mi madre se quedó blanca, no se esperara que lo supiéramos.

- Ese no es el tema ahora.- Contestó mi madre recuperándose.- Lo importante es – volvió a mirar a Izan- ¿Vas a poner todo el mundo de la luz en peligro por un capricho de una noche? Porque supongo que Erika lo sabe ¿no?- Izan negó con la cabeza. ¿Qué es lo que no sabía?- ¿Erika no sabe que aquella que te haga sucumbir a los placeres carnales obtendrá todos tus secretos?- Izan seguía negando con la cabeza.

- No, ella no es un capricho. Si sabes de mi maleficio sabes que llevó 3 siglos esperándola. Difícilmente a eso se le puede llamar capricho. – Me miró con ternura y amor.- Y sí, me convertiría en lo que más odio si eso significa tenerla para siempre, le daría todo lo que tengo y todo lo que soy.- Me acarició la cara. Eso sí que era una promesa de amor. Me costó romper con el contacto visual de Izan. Era tan placentero observar su cara mientras el observa la mía. Me volví a encarar a mi madre, estaba más que cansada de todo esto, lo único que rodeaba a mis pensamientos eran imágenes donde intervenían Izan y una cama. Suspiré derrotada.

- Basta mamá. Por favor vete a la hermandad y llévate a tu guardia contigo.- No quería que sonara como una orden si no como una petición amable, pero me costaba mantener la compostura, me apetecía gritarle hasta quedarme afónica. – Aquí ya no tienes nada que hacer. Yo ya vengué la muerte de mi hermana.- Dije agarrando la mano de Izan.

- No, no, y no. No me iré sin ti. Tu madre o no, yo soy la reina y me debes lealtad y obediencia. Por supuesto mataré a aquel que intente ponerse entre nosotras. – Paseó su mirada por la escena y debió de fijarse que Ashn y Nazan permanecían juntos abrazados bajo un árbol. Ambos miraban lo sucedido desde una distancia prudencial. – Tu, traidor.- dijo señalando a Nazan.- ¿Como osas dejar plantada a mi hija para irte con una simple hada bla...?- Su voz fue cayendo de intensidad hasta que no se la escuchó. Se quedó pálida.- ¿Eso… eso que huelo es… un bebé?- Dijo mirando a Ashn, la que cabeceó en señal afirmativa. Mi madre se quedó pensativa. Su furia disminuyó hasta el mínimo. A mi madre siempre le habían gustado los niños. Una de sus reglas era que nunca se dañaba a un bebé o niño fuera de la raza que fuera.

- Lo siento Isabella.- Dijo Nazan solemne.- Tengo que romper nuestro acuerdo. No sabía que iba a ser padre.- Añadió con una sonrisa mirando a Ashn. Ashn tenía mejor aspecto pero su piel había vuelto a ponerse pálida y enferma.

- Por supuesto. – Le dijo mi madre en señal afirmativa. – Tienes una responsabilidad que cumplir. Ahora marchaos los dos ant…- En ese mismo instante resonó en todo el bosque el grito de dolor de Ashn que se agarraba la barriga con ambas manos. Todos nos quedamos horrorizados con el grito. Izan me miró.

- “Mierda. Ashn se ha puesto de parto.” – Dijo Izan desde nuestro vínculo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Enlaces de interés

Related Posts with Thumbnails