28 septiembre 2009

Capítulo 10: Cambio de pareja

-¡¡No!!- Me adelanté un paso.- Sí no le matas… - Tragué saliva y comencé de nuevo.- Sí no le matas aceptaré el casarme contigo.

Me sentí morir cuando escuche esas palabras de su boca. ¿Por qué me hacía esto? ¿Casarse con mi hermano? ¿El amor de mi vida casada con mi hermano? Creo que hubiera sido menos doloroso la daga clavada en mi corazón que el escuchar esa simple frase, ¿Es que acaso no siente lo mismo que yo? No tuvimos la oportunidad de hablar.

Sentí un dolor en el costado, sin darme cuenta había dejado de respirar. Tragué saliva, respire profundamente y me erguí para enfrentarme a la mirada de mi Erika. En ninguno de los casos me hubiera esperado que no me devolviera la mirada. Su rostro estaba escondido en las sombras y en él brillaban las lágrimas que derramaba en silencio. Se me volvió a partir el corazón, pero a la vez suspiré de alivio. Le había dolido decir esas palabras tanto como a mi escucharlas, podía sentir su dolor como si fuera mío. Entonces la voz de mi hermano retumbo en el silencioso bosque.

Nos encontrábamos en un pequeño claro en el que se colaba la luz de la luna a través de los frondosos árboles. El clima no era húmedo, sino más bien seco, por lo qué las cortezas de los árboles tenían ese tono de color marrón claro. El aspecto del bosque a la oscuridad era lúgubre y triste. El verde de los árboles no se apreciaba, al menos no lo hacían mis ojos. En realidad, lo que yo hacía era intuir más que ver, a no ser que la luz de la luna incidiera en ello de forma directa para así poder ver. El terreno era arenoso y rocoso. Era una escena triste, sombría, que el paisaje realzaba con su belleza tenebrosa.

- Erika ¿cómo puedes vender tu libertad por… un ser como mi hermano?- La miraba con suspicacia y curiosidad.- Él no vale nada, solo es un simple ángel- le dijo apoyando la daga de nuevo en mi pecho. La luz de la luna arrancaba pequeños destellos de la daga que tenía en el pecho, quedándome anonadado por la belleza de todo esto. Era la primera vez en mi vida que estaba al aire libre por la noche. Mirarlo a través de una ventana no le había hecho justicia a lo que era en realidad.

- Dime, Nazan ¿Quieres o no quieres casarte conmigo?- lo dijo con voz cargada de frialdad.

- Por supuesto que quiero casarme contigo. – Aparto la mirada de mí, para posarla sobre ella. No podía verle la cara pero estaba seguro de que no la miraba de forma cariñosa.- Creo que no puedo esperar a la noche de bodas…

- Basta, Nazan- Ella le interrumpió antes de que siguiera.- Seré tuya sólo, y digo sólo, sí no matas a Izan. Además de jurar que jamás iras tras de tu hermano, que nunca volverás a perseguirlo, ni que tampoco encargaras a otros hacer el trabajo... Ese es el trato.- Mi corazón no podía con esto, Erika en manos de mi hermano por haberme salvado la vida. Preferiría verme muerto antes que todo esto.

- Lo juro, lo juro.- En su voz había alegría.- Pero todavía no lo entiendo…- Paseo su mirada de mi a ella de forma aleatoria. Me daba igual lo que estuviera diciendo. Solo tenía ojos para mi princesa, sus lágrimas creando pequeños riachuelos por sus mejillas. Prefería sacrificarse ella para todo su existencia que dejarme morir.

- No tienes por qué hacerlo.- Se lo dije solo a ella. Nuestras miradas estaban atrapadas en un torbellino de emociones compartidas. Su figura a la luz de la luna era lo más bonito que había visto en mucho tiempo. Eso solo me hizo desearla aún más. Su cuerpo desnudo con esa misma luz debería ser penado con la muerte. A nuestro alrededor no existía nada más. Ya no había una muerte inminente, ni una boda inesperada, ni un hermano vampiro. Solo nosotros dos.- No te condenes por mí.

- Lo sé, pero no puedo dejar que te maté. Era la única salida.- Su voz ronca por su llanto.

- Cariño… siempre hay otra salid…- Mi voz se vio interrumpida.

- ¿¡¡¿Cariño?!!?- Su mirada seguía paseando de mi a ella.- Me he perdido algo ¿Verdad? Erika, ayer mismo le buscabas para matarle y ahora estás llorando por él. – Me miró a mí.- Y tú, hermanito, de la única mujer que te has enamorado es de esa que sale en tus sueñ…- Se quedó totalmente inmóvil, podría incluso haber escuchado como encajaba todo perfectamente en su cabeza. Se levantó lentamente de su posición. – jajajaja… ¿Qué Erika es tu chica? Jajaja… Vengo aquí para matarte y me voy prometido de tu chica misteriosa. – Su sonrisa se amplió- Se acercó lentamente a Erika mientras guardaba mi daga en su pantalón. – ¿Preparada para irnos a casa?- La rodeo con su brazo por la espalda, colocándose de tal manera que ambos nos miraban.

Di la vuelta a mi cabeza, me había olvidado completamente de Ashn, mi madre había mandado a sus esbirros a buscarla y no iban a tardar mucho. No quería que nos encontraran a todos aquí. La encontré echa un ovillo al pie de un gran pino. Justo en el límite del pequeño claro. Me levante de mi posición y me acerqué hasta ella.

-Ashn- dije, arrodillándome junto a ella para tratar de calmarla. Erika me observaba sorprendida, confundida tal vez, pero sus ojos me mostraban todavía su anhelo por mí.

-¿Os conocéis?-preguntó Erika. Su intento de acercarse a mí fue truncado por los brazos de mi hermano.

-No te acerques a este estúpido-le dijo-Ahora vas a ser mi esposa- dijo sonriente mi hermano. Lo había dicho para molestarme y lo había conseguido.

-¿Sabías que yo me voy a casar con Ashn?-grité pagándole con la misma moneda, aunque eso no estaba muy claro todavía.

Los ojos de Erika se desviaron de los míos. Mierda, le había hecho daño, Sabía que ella solo había accedido para salvar mi vida. Pero había conseguido la reacción esperada en mi hermano, quien me miraba dolido, con rabia y frustración.

-¿Cómo que te vas a casar con Ashn?- La mirada de Nazan era de dolor. Le había subestimado. Sí sentía algo por Ashn, aunque parece que no lo suficientemente fuerte como para que prefiriera casarse con Erika.

-Lo siento, Nazan. La ma… madre de Izan lo arregló todo. Yo… yo no pude hacer nada-intervino Ashn aún temblorosa – Pero…no entiendo ¿por qué?, ¿por qué quieres casarte con ella?

-Mi madre - intervino Erika. En sus ojos pude ver cómo se formaban las lágrimas, lo que me azotó muy duramente - Mi madre lo eligió para mí - rompió a llorar.

-Mi madre me eligió para formar una alianza con Ashn-salté-La enfrenté y le dije que estaba enamorado de ti y, por eso…adelantó la boda para mañana.

-¡¡¡¡¡Jamás!!!!!

Escuché pasos de gente acercándose. Mierda, mierda, se nos acababa el tiempo. Los esbirros de madre no tardarían en aparecer.

-Tenemos que irnos ya, Ashn-le dije. Sabía que necesitaba un poco más de tiempo con Nazan, pero era algo de lo que ahora carecíamos. Sabía qué necesitaba tocarle como yo necesitaba tocar a Erika. Sabía qué necesitaba decirle lo del embarazo.

-Yo…

-Ashn, debemos irnos, ya - repetí. El fluir de sus lágrimas me dolió, pero se puso en pie y se apoyó en mi hombro para así poder irnos- Erika, trataré de impedir la boda - Le dije mirándola a los ojos con toda la seguridad de la que fui capaz. Vi alivio en sus ojos, pero también desesperación y frustración-Te quiero más que a nada y pase lo que pase… no dejaré de hacerlo.

-Yo…no creo que pueda detener mi boda - tosió, seguramente tratando de detener las lágrimas que se empezaban a formar en sus ojos.

-Cuida de Ashn por mí…- Ahora él no me miraba como el hermano al que quería matar, sino como un hombre enamorado.

-¡Veinticuatro horas!-grité desesperado-Solo dame veinticuatro horas para que pueda detener esta locura, Erika.

-No podrás…

-¡¡Iros ya, joder!!- Les grite a los dos. Estaban casi encima de nosotros. Si los cogían… estaba seguro que mi madre los mataría. A ambos. Para ella no hay clemencia ni lazos con chupasangres. Pondría mi mano en el fuego, porque incluso se alegraría mucho si a los que cogieran fueran a estos dos en concreto.

Mi última mirada fue hacia Erika. Sus ojos estaban anegados en lágrimas y me miraba suplicante. “Lo arreglaré” pensé “No sé cómo, pero lo arreglaré”.

En ese momento Ashn y yo fuimos rodeados por un grupo de ángeles que venían armados, vestidos con túnicas ceremoniales. Las túnicas eran azules, lo que significaba que eran ángeles protectores. Las túnicas estaban abiertas por el cuello y les llegaban hasta las rodillas, más o menos. Cada borde estaba decorado con ribetes dorados que representan unas pequeñas alas. Esas pequeñas alas eran comunes en todas nuestras túnicas ceremoniales. Busqué a Nazan y Erika intentando no levantar sospechas, pero ya se habían ido. ¡¡Mierda, mierda, mierda!! ¡Necesitábamos más tiempo!

Me atacaron por detrás. Como si yo fuera su enemigo. Y claro que me resistí, pero en el momento en que Erika me abandonó allí mis poderes celestiales desaparecieron. No me encontraba nada bien, además, era de noche y mis poderes habían disminuido mucho.

- Vale, vale soltarme iré con vosotros.- Me soltaron al instante. Agarré a Ashn por la cintura y nos pusimos en marcha hacia la hermandad, con la guardia detrás de nosotros. El camino no fue fácil entre los frondosos árboles, sin olvidar que la oscuridad era intensa entre ellos. Intentaba seguir por pequeños caminos ya hechos en el terreno pero aún así el recorrido era difícil sin todos mis poderes. ¿Por qué cuando me encontraba con Erika en la noche mis poderes volvían a mí? No había escuchado nunca algo así, pero cuando estoy con mi princesa en la oscuridad de la noche me siento mejor que nunca, mis poderes se hacen más fuertes con ella ¿por que sería?

- Izan-Me llamó Ashn.- No lo entiendo ¿Por qué se quiere casar Nazan con ella?- me preguntó Ashn mirándome. No paraba de llorar. Se dejaba llevar por mi agarre a través del camino. Lo medité durante un largo minuto. Todo lo que podía decir eran hipótesis por las acciones y reacciones de mi hermano.

- Creo que por el poder Ashn. Él quiere poder a toda costa. Le conozco, mi hermano siempre fue rencoroso y le gustaba que la gente qué le hacía sufrir, sufrieran de la peor forma posible. No es precisamente un don pero por lo demás siempre fue un buen hermano hasta…- Perdí el hilo de lo que estaba diciendo, mi mente vagaba por aquellos maravillosos años en los que tener un hermano no era algo malo y doloroso. Volví al presente.- Cuando se obsesiona por algo… bueno no para hasta conseguirlo. Sí quiere venganza hará todo por ello. Hasta casarse con Erika aunque no la ame.- Me encogí de hombros entoces paró en seco y me miró.

- ¿venganza? ¿Pero por qué?- se estaba poniendo cada vez más pálida, casi blanca.

- No lo tengo muy claro Ashn. No sé muy bien que pasa por su mente. Puedo hacer conjeturas. Aunque sin lugar a dudas te ama, eso si lo se.- Me miró con esperanza. Yo se lo aclaré.- Mi hermano nunca pide nada de nada. Tienes que importarle- le dije mirándola- me ha pedido que te cuide.- la rodee más con el brazo. Sentía su cuerpo temblar y aunque esas palabras le hicieron sentirse mejor, por que ahora no lloraba tanto, se desmayo.

- ¡Ashn! ¡Ashn!- le dije mientras la tocaba la mejilla- ¿Estás bien? Dime algo por favor…- estaba muy pálida, parecía casi muerta. Intentaba sostenerla en brazos pero no pude. No tenía la fuerza suficiente, a medida que la noche avanzaba mis poderes se mermaban.- ¡¡Tú!!- dije llamando al jefe de la guardia que venía detrás nuestro.- Ayúdame a llevarla.- El jefe se acerco a mí y me ayudó.

Estaba totalmente exhausto pero en ese momento me daba igual, solo me preocupaba Ashn. ¿Tendría que ver esto con el embarazo? – Te vas a poner bien- la susurre al oído. Estaba seguro que todo esto tenía una solución, solo que había que encontrarla.

Ya solo faltaban dos calles hasta la hermandad. Mi camiseta estaba empapada de sudor y ya no tenía más fuerzas. Solté a Ashn en manos del guardia. Él solo me dio una mirada de comprensión.

El barrio en el que se encuentra la hermandad es uno de esos en donde los edificios son de poca altura. La hermandad se encuadra al final de un callejón entre dos pequeños edificios. La gente nunca pasa por allí ya que todo queda rodeado de cubos de basura, además de estar escondido de los curiosos.

Ya falta muy poco para llegar. Contaba los pasos que tendría que dar. Según nos íbamos acercando una figura se materializaba en la puerta. Su túnica ceremonial blanca resplandecía a la luz de la luna. Sus ojos zafiro incluso desde esta distancia me permitían ver que no estaba de humor. Estaba enfadada, muy enfadada. La figura de mi madre se recortaba con la luz que provenía de su espalda. Su cuerpo era delgado y musculoso, sus curvas no eran de la de una mujer de 1 siglo, sino más bien la de una mujer de 30 años.

- Hombre, hasta que os dignáis a aparecer- Su mirada estaba fija en Ashn.- ¿Qué le ha pasado a Ashn?- Se acerco a ella.- Sí le ha ocurrido algo malo… tendremos problemas con el reino de las hadas. – Dijo mirándome.- Está bajo mi protección mientras este aquí.- Estaba encendida por la rabia, su aura estaba casi roja, y el suelo estaba empezando a temblar, mala señal.

- Lo siento madre, se que ha sido una estupidez, no volverá a pasar.- le dije bajando la mirada, no era buen momento para desafiarla. No quería darle más motivos para que su enfado creciera aún más. Solo la había visto una vez en la vida tan enfadada, cuando se entero de que su hijo, mi hermano, se convirtió en un oscuro.

- Ya lo creo que no volverá a pasar. – Volvió su mirada a los guardas.- Llevad a Ashn dentro, a su recámara y tenedla vigilada las 24 horas del día.-En cuanto se dio la vuelta sabía lo que vendría. Su mano llegó a mi cara con tal fuerza que me tiro al suelo. Lo único que consiguió fue hacerme aún más débil. –Tu Izan, mi hijo, como es posible que seas tan estúpido.- Lo dijo entre dientes. Me levante para encararla. Si algo había aprendido era que dar la vuelta y correr no era compatible con mi madre. Me haría mucho más daño. -Me dan ganas de matarte. –Se acercó mucho más a mí.- ¿sabes que ocurriría si te cojen? Sabes que todos estaríamos en peligro, estúpido.

- Madre he visto a Naz…- me interrumpió con la mano antes de acabar. Seré tonto ella lo sabe todo. No tengo ni idea de cómo lo hace pero normalmente lo sabe todo de todos. Debía de saber donde he estado y con quién.

- Basta Izan. No me interesa lo que pase con tu hermano. – Se dio la vuelta para entrar en la hermandad caminando tranquilamente. Como sí nada hubiera ocurrido.- Él fue desterrado de aquí y no debería haber vuelto bajo ningún concepto. Eso está castigado con la pena de muerte y él lo sabe.- Entró por la puerta de la hermandad sin mirar atrás. Sabía que no iba a conseguir nada si hablaba con ella de esa forma. Tenía que impedir la boda con Ashn como fuera.

Me adentré en la casa para ir a ver a Ashn. Sabía que tenía que descansar pero tenía que asegurarme de que se encontraba bien, ella y… mi sobrino.

La casa que acogía a la hermandad era igual a las casas que se veían en las series americanas. Algo así como un chalet de dos plantas, bueno más los tres niveles inferiores llenos de recámaras, un gimnasio y una sala llena de armas bendecidas por los sacerdotes. Me encaminé a la segunda planta del sótano. En ella se alojaban los huéspedes,

Las plantas superiores de la casa eran eso, los normales en una casa. Muebles tradicionales, lámparas del techo, pasamanos de madera, alfombras en los salones, sofás, teles… Pero las plantas inferiores eran otra cosa. Los pasillos eran exactamente iguales a los pasillos de los hospitales con muchas puertas a los lados. Olía a desinfectante y ambientador de limón. Manía de mi madre.

En cuanto encontré una habitación con dos escoltas, sabía que había llegado a mi destino. Los dos guardas me miraron pero no se movieron de la puerta.

- ¿Ashn? Abre- Grité hacía la puerta, pero nadie contestó. Les miré a ambos, mi madre había escogido, de eso estaba seguro, a los dos guardianes más fuertes para protegerla o encarcelarla, según como se mirara.

- Tenemos órdenes de no dejar pasar a nadie.- Me dijo el guardián de mi derecha. No tenía ganas de jueguecitos, pero sí eso es lo que querían…

- La mujer que está ahí dentro va a ser mi esposa mañana. – No, sí podía evitarlo, me dije en mi fuero interno.- Se desmayó mientras veníamos hacía la hermandad. Necesito saber que está bien.- Vale la baza de “soy un hombre que se preocupa por su futura mujer” no tenía muchas esperanzas, pero tenía que intentarlo.

- Está bien.- Soltó el guardián de mi izquierda. Mis fuerzas habían vuelto. Sabía perfectamente que ninguno de los dos era rival para mí por separado, aunque juntos estaríamos muy igualados.

-Bueno hay dos opciones chicos. – Les dije mirándoles a ambos.- O me dejáis entrar por las buenas y aquí no tiene porque enterarse nadie… o me abro yo el camino hasta la puerta. Podéis elegir.- Se me quedaron mirando evaluándome. Sabía perfectamente quien era yo. Sabían que era el mayor guerrero que tenía la hermandad. ¿Serían tan estúpidos de desafiarme?

Ambos se miraron y se apartaron de la puerta dejándome vía libre.

- Gracias chicos, buena elección.- decía mientras giraba el picaporte.

En cuanto entré sabía que algo no andaba bien. Ashn estaba tumbada en la cama del dormitorio de cualquier manera. Estaba tal y como la dejaron cuando la trajeron, de eso estaba segura. Eso significaba que no se había levantado. Me acerqué hasta ella y le toque la frente. Su piel estaba fría y pálida. Me arrodillé junto a la cama.

- Ashn ¿Me escuchas?- No se movía, ni siquiera estaba seguro de que respirara.

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