15 septiembre 2009

Capítulo 6: La alianza


No podía reprimir el deseo, el animal se alzaba y quería hacerla suya. Sentí una punzada de celos, sus labios en el cuello de Virgin, esos labios que tendrían que estar en mí. Su cara mostraba el placer que estaba sintiendo, y me hipnotizaba. Me sentía como una serpiente bailando al son de su música. Sentí un estremecimiento de anticipación por todo el cuerpo mientras que el suyo era traspasado por ondas de placer. Si no hubiera tenido a Loren delante de mí y no estuviera sujetándola, ya hubiera estado junto a ella. Estaba totalmente pegado a Loren, mi entrepierna latía con su mirada contra el trasero de la hada. En ese momento el animal se alzó haciéndome sufrir un dolor intenso por todo el cuerpo y paralizándome. La tenía que hacer pronto mía porque sino…

En ese mismo momento, Loren escapó de mis brazos y corrió hacía donde se encontraba su hermana y Erika. De la siguiente escena lo único que mi mente pudo captar fue el cuchillo volando hacia el pecho de Erika. En un simple parpadeo Loren y Virgin se habían esfumado. Erika me miraba con horror y sorpresa mientras caía al suelo y se quedaba tumbada inerte. En un último esfuerzo se arrancó la daga y la dejó a su lado.

Me acerqué lentamente hacia ella, recogí la daga y la olí. Veneno. Tenía que actuar rápido. Teniendo en cuenta la palidez de su piel y su anterior pérdida de sangre, no le quedaba mucho más que aguantar.

- La daga estaba envenenada.- Le dije para que al menos escuchara mi voz. Me arrodillé junto a ella y me preparé para sanarla. Estaba seguro que era la primera vez que un ángel usaba sus poderes curativos sobre un vampiro. Pero no podía dejarla morir. Y cuanto más la miraba más me convencía de ello. – No te muevas.- Sabía que debería de estarse preguntando que estaba haciendo. Creo que ninguno de los casos de los que se habría imaginado, era lo que estaba a punto de suceder.

Coloqué mis manos juntas sobre la piel dónde se encontraba la herida y concentré todo mi poder en sanarla. Dicho así era muy sencillo, pero se necesitaba convocar mucho poder para ello. En el momento en que noté que mis manos desprendían calor supe que lo estaba haciendo bien. En el fondo sabía que lo que podía haber ocurrido era que no hubiera sido capaz de curar a un ser oscuro. En cuanto me aseguré de que había cerrado totalmente la herida la miré. Estaba muy quieta.

- Aún estás conmigo ¿Verdad?- Le dije mientras le acariciaba su rostro, cosa que no pude resistir. Tenía que tomar una decisión. Estaba mucho más débil de lo que pensaba, necesitaba sangre ya. Movió un poco la cabeza para hacerme saber que aún estaba conmigo.

Aquí, no pensaba como un ángel que estaba jugando con la vida de un vampiro. Pensaba como el hombre que quería salvar a su amor. Sin planteármelo la cogí entre mis brazos y con mi propia uña me hice un corte justo por encima de mi pecho izquierdo.

- Bebe de mí, amor. Llevo 300 años esperándote. - La guíe hasta mi sangre y no se hizo esperar. En cuanto sus labios notaron mi sangre comenzó a beber de mí.

La sensación de sus labios en mi piel, unido al placer que me inundó mientras succionaba mi sangre, hizo volver al animal.

No lo pude soportar más. Me tumbé sobre el suelo y la coloqué sobre mí, con algo de esfuerzo, a horcajadas. Aún estaba muy débil, lo único que se movía era su boca y su lengua contra mi piel. Oleada tras oleada de placer provocaban en mí pequeños movimientos involuntarios de mi cuerpo contra el suyo. Ella comenzó a revitalizarse y también comenzó a moverse contra mí. Cuerpo contra cuerpo. Mis manos agarraban su cabeza para acercarla más a mí aunque sabía que era imposible. Baje una de mis manos hasta su trasero, incitándola a que se moviera más rápido. De mi boca se escapaban pequeños jadeos en forma de gemidos que la hacían estremecerse. Pero a medida que ella ganaba fuerza la mía se iba debilitando. Me encontraba cada vez más cansado, cada vez más profundo, hasta que todo fue oscuridad.

Recuerdo haber tenido algunos sueños absurdos y confusos en los que Virgin participaba junto con una sartén. Al fin desperté en una cama.

Abrí los ojos muy despacio. Aún estaba aturdido por la pérdida de sangre, pero todavía sentía en mi piel el deseo. Ese deseo que me consumía y que era incapaz de apagar. Mi sangre hervía, como si algo muy dentro de mí me impulsase a recordarla…

-¿Estás bien?

Me asusté. Nala estaba a mi lado, sentada en una silla y tenía sus manos entre las mías.

-¿Qué ha pasado?-pregunté intentando incorporarme.

-Eso vas a tener que decírmelo tú. Cuando te encontramos, tenías a la chupasangre encima…se estaba alimentando de ti - lo dijo con asco, pero yo sabía que había algo más detrás de aquellas palabras…estaba celosa.

-Yo…-no me salían las palabras-Yo la alimenté voluntariamente.

Sentí el bofetón de Nala por triplicado. Sabía que no debía de haberle dicho nada, pero lo había dicho y ella estaba muy, muy enfadada.

-¿Serás imbécil?-gritó- ¿Por qué hiciste algo tan estúpido?

-Lo siento, ¿vale? Ella estaba muy malherida…La habían envenenado…

-¿Y encima le salvaste la vida?-volvió a abofetearme.

Realmente estaba furiosa.

-Tu madre quiere hablar contigo-dijo de pasada dirigiéndose a la puerta.

En el momento en que Nala abrió la puerta, mi madre, Alishea, entró glamurosamente en el dormitorio.

Mi madre era mi superiora en la hermandad celestial. Iba siempre rodeada de un brillo estremecedor, que reflejaba su enorme poder. Tenía el cabello rubio, largo hasta el suelo y sus ojos eran del color del cielo. Llevaba puesta una túnica ceremonial blanca y su mirada era intimidante.

Realmente no sabía cómo iba a lidiar con ella. Si tenía que contarle lo sucedido con Erika…No, no podía decírselo, no quería. Si ella lo supiera…acabaría el trabajo por mí y quería salvaguardar la vida de mi Erika a toda costa, aunque ello significase desobedecer las órdenes de mi madre.

-Madre…

-No quiero saber nada. -la autoridad en sus palabras me sorprendió- Solo he venido por una razón…

-Madre…

-Ni una palabra-me ordenó- Tan solo he venido para informarte de la próxima entrevista matrimonial.

-¿Entrevista ma…ma…matrimonial?-por dios, no, que no fuera lo que estoy pensando, no…

-Hemos tenido un pequeño problemilla con las hadas blancas y necesitamos forjar una alianza.

-¿Y eso qué tiene que ver conmigo?-mis palabras reflejaban terror y lo había dicho en un tono de voz tan alto, que haría a mi madre sospechar que algo grave había pasado.

-Tú.

-¿Yo?

-Tú harás el ritual con Ashn. Ella es el hada blanca que he escogido para ti.

-Madre, yo no…

-Lo harás-gritó-Hoy la conocerás y cuando llegue el momento, harás con ella el ritual. No aceptare un no por respuesta así que vete preparando.

Mientras la vi alejarse en dirección a la puerta, con la boca abierta, volvió a mi mente el rostro de Erika. No me podía casar, no. Mi corazón solo pertenecía a Erika. ¿Ahora que la había encontrado tenía que renunciar a ella? Ni hablar, no estaba dispuesto a eso. ¿No había otro modo de hacer las cosas?

Mi mente estaba trabajando lo más rápido posible intentado darle sentido a todo este lío. El ritual al que se había referido mi madre era un lazo imposible de romper…Claro que no lo era para un hada oscura.

Primero tenía que encontrar una salida a todo esto, tenía que haberla. No podía casarme con ella… pero si me casaba… ¡¡¡No!!! Dios mío, si llegaba el caso en que me casase con Ashn debería pedirle ayuda a “ella” para deshacer el lazo, y claro está poder casarme con Erika en su momento. Pero llegados hasta aquí sabía que el precio que pedía era demasiado alto.

No, no estaba dispuesto a hacerlo, pero tampoco podía desobedecer a mi madre.

Mi vida se complicaba demasiado y no tenía ni la más mínima idea de cómo iba a poder impedir el ritual.

Cerré nuevamente los ojos y mi dulce princesa apareció, llenándome de felicidad. Mis sueños eran lo único a lo que podía aferrarme ahora.
Sus besos dulces, sus caricias…una fantasía perfecta que esperaba poder hacer realidad pronto. Fui sumergido con regocijo en un sueño tranquilo y placentero. De esa clase de sueños que uno no puede saber si está soñando o está despierto.
Aparecí sobre una gran cama, desnudo, mi cuerpo tapado hasta la cintura con unas sábanas de seda dorada. El tejido era suave, y en cuanto me moví, la sábana se movió conmigo. ¿Qué hacía aquí? Apenas unos minutos atrás estaba en otra cama, en mi propia cama. Nada más darme la vuelta supe que no estaba solo.

Era una cama realmente grande, con almohadas partidas para cada usuario. Los dos estábamos tumbados cara a cara. Nuestras caras reflejaban la confusión que ambos sentíamos.

Debía de ser un sueño, pensé, esto no tenía ningún sentido. No iba a permitir otra noche como las de siempre. Levanté mi mano para tocarle la cara, una simple caricia que sentó tan bien entre nosotros que ya no pude resistirme. Me acerque aún más a ella, hasta casi tocarnos con nuestros cuerpos. Sus ojos me miraban y entonces una lágrima se desbordó en ellos. Con mi dedo, muy suavemente tracé el camino húmedo que había dejado hasta la almohada. Sus manos se movieron y acunaron mi cara.

-Pensé que te había matado.- Dijo mirándome muy seria. No entendía el significado de este sueño. Cada noche durante siglos habíamos estado estáticos mirando. Quizás esto era como el botón de un mecanismo, una vez que yo daba el paso el sueño avanzaba solo.

- Pues ya ves, estoy vivo mi amor.- Dije atrayéndola hacía mis brazos. Estábamos desnudos, pero se sentía maravilloso así. Había encontrado por fin la paz en este sueño. Allí entre mis brazos estaba el amor de mi existencia, lo sabía. Solo me faltaba saber, ¿Qué era lo que ella sentía?

Mi sueño me llenó de paz y por fin, después de tantos años, pude despertarme con una sonrisa. Me desperté sudando sobre mi cama, no sabía muy bien dónde estaba. Estaba pletórico y sonriente, hasta que recordé los hechos de hacía apenas unas horas. Todavía retumbaban en mi cabeza las palabras de mi madre, “Alianza” y “hoy”. Eso me hizo cambiar mi estado de ánimo en menos de un segundo.

Hacía años que no veía a Ashn. Sabía que se había marchado para viajar por todo el mundo. Creo que ella lo había llamado “Expedición de reconocimiento”. Si mi memoria no me fallaba, su belleza era increíble, podía hacer caer rendidos a cuantos hombres quisiera. Pero al igual que yo, ella no podría elegir nunca más a otro hombre. Que puedo decir a mi favor, la belleza no lo es todo. No la quería para pasar la eternidad junto a mí. Claro que podía haber sido mucho peor.

Me vestí con mis mejores ropas, las de la pasada noche habían quedado destrozadas. Lo más complicado era meter la erección que mantenía mi cuerpo en unos vaqueros muy ajustados. Creo que esa no se iba a ir nunca. En cuanto conseguí vestirme, con todo en su sitio, salí de la habitación rumbo hacía el despacho de mi queridísima madre.

- ¿A dónde vas, calzonazos? ¿A darle de comer a tu nueva ama? ¿O es tu mascota?- Nala estaba delante de mí en el pasillo, cerrándome el paso. Tenía la cara encendida y llena de enfado. Su voz era como un jarro de agua fría sobre mí. Si afirmaba que nunca en la vida me había hablado ni con la mitad de rabia me iba a quedar corto.

-¿Qué te pasa, Nala? ¿Por qué me hablas así?- Le dije mirándola con cara de confusión. No comprendía que le había hecho para que se comportara de esa manera conmigo.

- ¿¡Qué!? ¿Qué me pasa dices? ¿Me estás diciendo enserio que no sabes porqué estoy así?- Me gritó. Su voz y su cara reflejaban su rabia a la perfección. Sus ojos estaban a punto de desbordarse por las lágrimas. Entonces comprendí. Con todo lo que tenía en la cabeza no me había dado cuenta de que lo único que había visto Nala era a Erika alimentándose de mí. Y tal y como yo le había confesado había sido voluntariamente.

- No tienes derecho a ponerte así. Además, tú no sabes nada.

- Sí, ya sé que no tengo derecho a ponerme así. Solo me preocupo por ti. Ella te estaba utilizando para tomar tu sangre. Que no te matase solo fue un golpe de suerte. Te iba a matar, te iba a desangrar, y ni siquiera habría parpadeado.- Sus ojos ya estaban anegados en lágrimas que caían por sus bellas mejillas. La tenía a un solo paso así que me acerque a ella y se las limpie. No era el mismo gesto que había tenido con Erika y mi mente lo sabía.

¿Erika me había querido matar? ¿De verdad hubiera llegado tan lejos? Eso me hizo recordar mi sueño, ella me había dicho que pensaba que me había matado. Y aunque hubiera sido así, ella estaba llorando, arrepintiéndose de ello, o al menos así era en mi sueño. ¿Mi subconsciente había creado ese sueño? Había parecido tan real.

- No sabes lo que estás diciendo. Yo le ofrecí mi sangre voluntariamente. Llevaba tanto tiempo esperándola…Tienes que entenderlo, no podía dejar que muriera. Creo que incluso sabiendo el resultado de todo esto lo hubiera hecho de nuevo. – Eso me hizo recordar el intenso placer del que fuimos víctimas los dos. Esos espasmos de placer…

Mi cuerpo quería más de ella. Entonces volvió a ocurrir. Mi cuerpo se sacudió de dolor. Tenía que tenerla ya, mi cuerpo estaba duro por ella y la llamaba a voces. No sabía si podría aguantar mucho más.

Tuve que apoyarme en la pared, el dolor me atravesaba y no podía moverme. Quería hundirme ya en Erika o esto me mataría. Nala no me prestó atención, aún estaba asimilando mis anteriores palabras. Sin darme otro vistazo más se marchó.

En cuanto me recuperé un poco me dirigí hacia mi destino inicial.

- ¿Se puede?- Dije llamando a la puerta. Aún estaba algo débil por el ataque anterior. Pero en ese momento me preocupaba más Nala.

- Pasa, Izan. – Escuche la voz de mi madre desde el interior de la habitación. Entré y cerré la puerta detrás de mí. Junto a mi madre Alishea estaba Ashn, la podía sentir. No me atrevía aún a mirarla. Quería dejar claro que esto no era con mi consentimiento.

- Ya estoy aquí, madre.- Dije mirando al suelo. Pero en ese momento la miré. Mi memoria no le había hecho justicia, ella era incluso aún más bella. Su cabello caía como una cascada de rizos dorados alternados con rizos violetas hasta la altura de su cintura. Sus ojos grises moteados de negro me evaluaban al igual que los míos lo hacían a ella.

- Hola, Izan. Me recuerdas, ¿Verdad?- Había olvidado el timbre de su voz y lo sencillo que era hablar con ella.

- Claro, Ashn. ¿Qué tal tu “expedición de reconocimiento”?- Eso la hizo arrancar una sonrisa de sus labios. En uno de sus dientes llevaba, tal y como vi, un brillantito de esos que últimamente estaban tan de moda. Eso solo hacía aumentar su deslumbrante belleza. Pero en ese momento su sonrisa se apagó y agachó la cabeza.

- Bueno chicos, ya veo que os conocéis. Mejor os dejo solos. – Antes de que pudiéramos decir nada ya estaba saliendo por la puerta. Era una encerrona pura y dura.

Ashn no me miraba ni se movía. ¿En qué estaría pensando con tanta intensidad? Sabía que no debía hacerlo. Pero estaba algo cansado de estar siempre comportándome bien. Así que reuní mi poder y ahondé en sus pensamientos. En ellos pude ver pasión, amor, y también todos y cada uno de los lugares que había recorrido durante sus viajes. Todas las personas que había conocido. Pero había uno que se repetía bastante.

Era algo íntimo, pero no pude detenerme. Quizás era la erección que reclamaba algo de espacio en el pantalón o simple curiosidad morbosa, pero descubrí un encuentro sexual. Ashn y un chico moreno se estaban besando en alguna cama de algún hotel. No era el primer encuentro que tenían, eso estaba claro. Cada uno conocía las curvas del otro. Cada mano estaba en un sitio y en el siguiente. Sus cuerpos estaban entrelazados sin problemas. Se besaban con hambre, con pasión y con amor. Ella estaba enamorada de él, eso se notaba en la mirada. Ella le buscaba desde su último encuentro cuando le abandonó para buscar a su hermano.

Fue ese momento en el que vi el tatuaje. Él era un vampiro. ¿Pero qué clase de tatuaje era ese? ¿Dos alas? Ellos seguían entrelazándose más y más. En el momento en que él la penetró, sus caras se separaron soltando un gemido de placer. Y fue cuando pude verle la cara al vampiro. No, no, no podía ser…O me estaba volviendo loco o era mi hermano Nazan, él que estaba haciéndole el amor a mi futura esposa.

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