13 septiembre 2009

Capítulo 4: El hechizo

Dejé de pensar en ella, me quité la camisa y cubrí a Nala con ella. El vestido dejaba entrever sus finas curvas llamando la atención de todo aquel que posaba sus ojos en ella, incluidos los míos.

- ¿Estás bien Nala? - Le dije mientras la miraba a la cara. Ella me sonreía.

- Claro, ¿Por qué no iba a estarlo? Solo es un vampiro -Mientras hablaba miraba su ropa manchada. - Vaya mierda, he estropeado mi vestido favorito.- Me dijo mientras intentaba sacudirse la sangre, una tarea imposible. Lo sé por experiencia. Intenta salir de una pelea, en la que normalmente hay que cortar alguna que otra cabeza, sin ninguna mancha. Gracias a mi Dios que en esta época existen las lavadoras. Hace unos años resultaba tarea imposible quitar las manchas de un chupasangre de la ropa.

Empezamos a caminar. Debo decir que algo bueno que tenía Nala es que no hacía falta llenar los silencios cuando estaba con ella. Caminábamos hacía la sede de la Hermandad Celestial, para que Nala se pudiera cambiar. Si ya resultaba raro ver a una mujer tan bella, verla con un vestido semi-trasparente debido a todas las manchas de sangre era demasiado para los humanos. No tardamos en llegar.

- Te dejo. Voy a seguir con la ronda yo solo.- La dije mientras la dejaba en la puerta.

- Izan, ten cuidado. Eres demasiado valioso como para que te juegues la vida por tres chupasangres.- Dijo mientras entraba en la sede.

Después de dar alguna vuelta sin ningún resultado decidí sondear los alrededores con mi mente. Noté algo familiar. No, no podía ser… Virgin. Pero estaba totalmente seguro de que se encontraba muy cerca de mí. ¡OH, joder, otra vez no! No me dio tiempo a reaccionar, ya la tenía delante de mí.

- Hola Izan. ¿Te acuerdas de mí? – Se fue acercando lentamente, cada vez más, hasta que ya no pude moverme.

Virgin estaba loca en el sentido más amplio de la palabra. Era un hada oscura, despiadada y cruel. Tampoco hay que olvidar que también era ardiente y, sobretodo, le encantaba hacer sufrir a todo el mundo. Y cuando digo todo el mundo me refiero a que le daba igual que fueran vampiros, ángeles, otras hadas… con tal de que tenga vida y respiré.

La observé detenidamente. No podía ser ella después de tanto tiempo. Seguía igual de hermosa. Su cabello negro era una cascada de seda oscura que caía por la espalda hasta la cintura. Sus ojos color púrpura me observaban atentamente esperando mi reacción. Mis ojos inconscientemente la evaluaron, pasando desde sus pechos hasta sus caderas y sus piernas. Su cuerpo exudaba promesas de placer. Pondría cachondo a cualquiera. Si ella quisiera tendría a cualquier hombre, pero ella me quiso a mí.

Me sedujo, o al menos lo intentó, y casi sucumbí a su encanto. La maldita hada en su despecho me hechizó. Me condenó a sufrir por toda la eternidad, por no darle lo que ella quería, mi cuerpo. Desde entonces tengo impulsos humanos y deseo cosas que nunca debería de desear un ángel.

- ¿Cómo olvidarte Virgin?- La dije desafiándola a contradecirme. - ¿Qué haces por aquí?- La hablé alejándome un poco de ella, si seguía ten cerca… sé, que sucumbiría a sus encantos. Maldita hada y malditos impulsos.

- Solo pasaba por aquí y te he olido, Izan- Dijo con su voz más sexual. – Aún hueles como la última vez que nos vimos. ¿Lo recuerdas verdad? ¿Hace cuanto? – Siguió con su juego. Sabía perfectamente hace cuanto tiempo, ¿Cómo olvidarlo? – trescientos años sino me falla la memoria, ¿verdad? – Hablaba con esa cadencia propia de las hadas, un tono erótico que me invitaba a acercarme más.- Me encanta tu olor, Izan. Todavía recuerdo nuestro pequeño encuentro frustrado. Y todo por la pesada de mi hermana.- Se siguió acercando lentamente.

Todo ocurrió hace trescientos años, en una pequeña ciudad al norte de Italia. En ese momento me encontraba de caza. No me dejaban salir de Italia por motivos de seguridad y tenía que entretenerme con algo. Entonces me las encontré. Un hada oscura que intentaba alimentarse de una blanca. Eso nunca iba a ocurrir en mi presencia. Así que hice lo que mejor se daba hacer, luchar.

Empujé al hada oscura, intentando separarla del hada blanca que gritaba temblorosa. En cuanto la separe salió corriendo. En cambio, el hada oscura me empujó colocándose encima de mí y sorprendiéndome. Su cuerpo totalmente pegado al mío. El calor corporal se filtraba a través de nuestra ropa. Pero para mí, en ese momento era un simple hecho, no provoca ningún efecto en mi cuerpo. Hasta que me besó. Sus labios buscaron los míos y la bestia se despertó. No sé cómo lo hizo, pero así fue. Mis manos se movían por su cuerpo como si tuvieran vida propia. Mi mente estaba en lucha con mi cuerpo. Era un ángel, no debería de estar haciendo eso. Pero ahí estaba yo, debajo de un hada oscura disfrutando del tacto de su piel. Ella era la que me guiaba en esta aventura nueva para mí.

Ella siguió besándome con fiereza, a la par, sus manos viajaban por debajo de mi camisa deslizándose lentamente hacía mi ombligo. Mis manos subían por sus piernas, levantándole el vestido. El beso se volvió más fangoso, más seductor. Su vestido estaba casi fuera, sus manos entre mis piernas, nos tocábamos salvajemente. Sabía que si seguía me arrepentiría. En aquel momento como ayuda de mi Dios, nos interrumpió una mujer hermosa. Resultó ser su propia hermana, Loren.

- Sí Virgin, hace ya trescientos años. Nunca olvidaré tu enfado cuando decidí no acabar lo que empezaste.

- Pero Izan, eso no volverá a ocurrir. Se que me deseas ahora, igual que me deseaste hace trescientos treinta años.- Cada vez la tenía más cerca - Quiero que me tomes ahora, mi ángel.

- Vaya suerte la tuya, creo que hoy no va a poder ser.- Mientras lo decía observé como aparecía Loren. Virgin siguió la dirección de mi mirada y la enfrentó, liberándome así de su encanto.

- ¡OH, no!, No me lo puedo creer. ¿Qué haces aquí?- Su voz hace un momento dulce y sensual, se convirtió en un alarido.- Deja de seguirme estúpida.

- Hermanita no seas tan creída. No te seguía a ti, le seguía a él. – Su mirada cambió de Virgin a mí.

- Loren, ya me fastidiaste una vez y no dejaré que eso vuelva a ocurrir. Quítate de en medio o… - Su cara había tomado toda la apariencia de un hada oscura. Hacía honor a su nombre. Cuando este tipo de hada se enfadaba desprendía brillo apagado, dando la sensación de que estaba rodeada de oscuridad.

- ¿O qué?- Siguiendo a su hermana se rodeó de oscuridad.

- O acabaré matándote. Me da lo mismo que seas mi hermana. Me has hartado, siempre estás jodiéndome los planes. - Le dijo mientras lentamente se acercaba a ella.

Loren era la hermana menor, pero debe ser solo menor en edad. Sus bellezas estaban a la par. Loren tenía el pelo negro eléctrico, que cuando algún rayo incidía en él, desprendía reflejos azules. Sus ojos eran de color ámbar y, al igual que muchas criaturas sobrenaturales, te hipnotizaban haciéndote caer rendido a sus pies. Y justamente era eso lo que deseaban las dos. En cuanto sucumbiera a una de ellas, ésta podría robarme los poderes introduciéndose en mi mente. Se alimentan del poder de los demás seres sobrenaturales.

- No me dan miedo tus amenazas. Yo también le quiero para mí. Y si para ello tengo que luchar con mi propia hermana…- Le dijo poniéndose a la defensiva. ¿Tendría que luchar con ella? Si luchaba junto a Loren y conseguíamos matar a Virgin… El hechizo desaparecería, y volvería a ser un ángel normal. Sin ningún impulso, sin ningún sentimiento. Y en ese momento me dí cuenta. Sí el hechizo se iba, quizá la chica de mis sueños también. Después de trescientos años compartiendo mis noches con ella… No sé si sería capaz de renunciar a ella antes de saber quién es y dónde se encuentra.

- Está bien Loren, si lo quieres, primero me tendrás que matar. Llevo demasiado tiempo buscándolo.- Volvió la cabeza para mirarme a los ojos. En esa cara había puro deseo y necesidad. Me hizo estremecer de puro placer. – Eres tan magnífico. - Volvió a mirar a Loren.- Ahora que lo he encontrado no voy a renunciar a él. Te lo advierto, estás a tiempo de dar media vuelta, no me temblará la mano para matarte pequeña entrometida, muahahaha. – Su risa malvada resonó en toda la calle desierta.

- Bien hermana, entonces peleemos. – Y justo cuando acabó de hablar, daga en mano, se lanzó sobre Virgin.

Lo que siguió fue una lucha a muerte. Loren era ágil y flexible, pero Virgin era más rápida y además contaba con mucha más experiencia, aunque se moviera con más torpeza. Virgin iba desarmada, pero eso no la detuvo. Con sus poderes convocó una espada y ésta apareció en su mano. Su lucha estaba llena de ira, de furia, era salvaje pero bella. Si no hubiera sido porque en el fondo las dos querían robarme mi energía y mis poderes, todo esto hubiera sido romántico. Dos mujeres luchando por mí. Pero no lo debía de olvidar, en realidad luchaban por mi cuerpo, no por mí.

En ese momento me di cuenta. Podía arriesgarme a que Loren matara a su hermana y se fuera el hechizo, o que ganara Virgin y que nada cambiara. En ese momento me di cuenta de lo que tenía que hacer. Quizás si las hería a las dos lo suficiente, ninguna moriría, pero estarían tan malheridas que tardarían algún tiempo en volver a por mí
En el fondo sabía que lo que tendría que hacer es matarlas a ambas y todo esto acabaría. Pero yo no era un ser oscuro, sino un ser celestial y no me podía rebajar a ser como ellos. En lo que tarde en pensar en ello, ya estaba en la lucha.

Me introduje en la pelea de forma limpia, con una daga en cada mano. Me puse al lado de Loren y comencé a atacar a Virgin. Loren no se extrañó de que peleara junto ella y en contra de su hermana. La fuerza de Virgin no se podía comparar a la mía y la de Loren juntas, en menos de un minuto de lucha ya la teníamos arrinconada. Loren se preparaba para dar el golpe de gracia, pero eso no lo podía permitir, si la mataba todas mis esperanzas estarían perdidas.

Antes de que ninguna hubiera parpadeado, cambié de posición y ataqué a Loren. En aquel momento sus ojos reflejaron confusión, no se lo esperaba, su expresión fue cambiando de satisfacción a traición. Aún sorprendida, respondió a mi ataque. Comenzamos una nueva lucha en la cual Virgin nos miraba atónita. Tenía la cara ensangrentada, en sus delgados brazos se veían heridas de nuestras pequeñas dagas y alguna que otra puñalada que le habíamos hecho en el abdomen. Con ella había conseguido mi objetivo, necesitaría algún tiempo para volver a ser la de antes. No había otra cosa en el mundo que le molestase más a un hada que tener alguna imperfección en su piel.

Loren no era rival para mí, en menos de lo que pensaba la tenía arrinconada. Solo pretendía hacerle algún rasguño más y me iría. En ese momento, paró de luchar y me miró a los ojos con una sonrisa burlona. No sabía lo que tenía en mente pero no me gustaba.

- “Con lo que más odias soñarás, y sin remedio lo amarás. Cuando lo encuentres te será arrebatado y entonces matado será.” - Su voz sonó cadente de vida, atrayendo todo su poder.

En el momento en que dijo esas palabras supe que no debería estar ahí. Era absurdo que permaneciera con ellas pudiendo estar en otro lugar. Precipitadamente abandoné a ambas. No sabía dónde me dirigía, de lo único que estaba seguro era que debía ir a ese sitio. Nunca había estado tan seguro de tenía que ir a ese lugar, entre el bosque.

Llegué allí a la carrera, sofocado y sin respiración. Me dirigí andando hacia el norte. Allí estaba mi lugar, estaba seguro. Comencé a correr otra vez, algo tiraba de mí hacia allá. No estaba atento a nada más, ya que ni siquiera vi a la chica que chocaba contra mí hasta que estábamos los dos en el suelo. El golpe me despejó la cabeza y pude volver a pensar. Me sacudí y me levanté. Pero ahora, la misma fuerza que me había hecho moverme me obligaba a quedarme en aquel sitio, estático. La chica era preciosa, pero no era eso lo que me dejó sin respiración.

- ¿Qué pasa, no sabes mirar por donde va…?- Se calló en cuanto levantó la vista y nuestras miradas se encontraron. Eran esos ojos, los que tanto había mirado durante tanto tiempo. Esos ojos verdes me estudiaron y analizaron tal y como hacía cada noche en mi sueño. Pero esto era real, la tenía justo delante de mí y lo único que me atrevía a hacer era seguir mirándola. Estaba seguro de que ni siquiera estaba respirando de forma normal, como si cualquier movimiento brusco fuera a romper la magia.

Se levantó lentamente del suelo y anduvo hasta ponerse en frente mío. No era necesario que la mirara a otra parte de su cuerpo que no fuera su cara. Conocía cada curva de su cuerpo como si fuera el mío. Pero algo no encajaba en ella. Mi sexto sentido me estaba intentado avisar de algo, pero no sabía bien de qué. ¿Sería posible que fuera una…? No, seguro que no, no iba ni a pensarlo.

En cuanto se acercó un poco más, el animal que llevaba dentro pedía a gritos poseerla. Imponía ese sentimiento de descontrol, esa sed por tocar su cuerpo y que realmente me dolía no hacerlo. ¿Cómo no podía notarlo en mi cara?

Sacudí la cabeza intentando salir de mi ensoñación y en ese momento lo noté. ¡Era de noche!, Tenía que salir rápidamente de ahí o me debilitaría hasta desmayarme. ¿Cómo se me había hecho tan tarde? Estaba tan oscuro que no era capaz de ver mis manos. Soy un ángel, la noche no esta hecha para mí. Lo único que veía claramente eran sus ojos que resplandecían. Parecía que habían pasado unos minutos desde la pelea, pero en realidad debieron de ser horas. Esa hada me la iba a pagar, algo me había hecho y averiguaría qué.

Estaba en estado de shock ¿Cómo era posible que no me sintiera mal si estaba totalmente oscuro? Era capaz de convocar todo mi poder, todo el poder en su totalidad. Eso era imposible incluso en el amanecer o el atardecer, incluso cuando hay luz solar para prestarme su fuerza.

- ¿Qué?- Supongo que era violento que una persona se te quedara mirando fijamente sin ni siquiera parpadear. Pero no podía dejar de mirarla, ni siquiera sabía si era capaz de hablar.- ¿Qué estás mirando?- Me dijo mirándome a la cara. No podía dejar de mirarla con asombro. Trescientos años buscándola y estaba a unos metros de mí.- ¿Nunca has visto a una chica?-me dijo con una voz que intentaba expresar seguridad, pero en el fondo había un matiz de nerviosismo. Busqué mi voz para contestarla. Si ella quería jugar a ese juego yo también sabía.

-Sí, claro que las he visto, pero no tan torpes como tú.- Al principio la voz salió de mí boca, insegura, pero a medida que la frase avanzaba se hacía más fuerte.- ¿Por qué no miras por dónde vas?- Le dije con tono burlón. Realmente estábamos jugando. Nuestros cuerpos estaban muy juntos aunque en el fondo no los veía. Lo único que podía identificar entre las sombras era el brillo de sus ojos. Esos maravillosos ojos que nunca me cansaré de mirar, que derretirían un iceberg si se lo propusieran. En aquel preciso instante supe que a lo largo de estos años había desarrollado unos sentimientos por esa chica. Pero al tenerla ahora cara a cara… no había vuelta atrás para mí. El amor que yo sentía por ella sin conocerla no se podría comparar al que sintiera en cuanto la hiciera mía. Ese animal me pedía urgentemente poseerla. Pero las cosas no se hacían así en este mundo y menos aún, por un ángel.

-Mira tú por dónde vas. – Su voz cambió de arisca a defensiva. - Y no me hagas enfadar, realmente no tengo la mejor noche de mi vida. Además tengo hambre, mucha hambre- ¿Eso lo había dicho mirándome el cuello? Seguro que lo había imaginado.

- ¿Tienes hambre? Vale pues… te invito a cenar. - Le dije lo primero que se me ocurrió, con mi sonrisa más cálida. ¿Pero de qué servía?, Si yo no podía ver en la oscuridad. Me daba la sensación de que ella me veía a la perfección, pero en realidad no podía asegurarlo tampoco. Aún así yo no quería darle de cenar, lo que quería era tumbarme sobre ella y darle placer. Y en ese momento caí en que mentalmente hablando me había convertido en un maldito vampiro. Siempre pensando en el placer. Me daba verdadero asco a mí mismo.

- Mmm, vale me encantaría cenar. – Lo dijo con una voz tan invitadora que no pude reprimir un escalofrío de placer. Pero había un matiz extraño en esa frase. Sonó, más bien como si estuviera pensando en mí como la cena.
- De acuerdo, pues vamos a ello.- Me giré un poco haciendo ademán de moverme para salir del bosque y entonces las vi. Virgin y Loren andaban hacía nosotros entre los árboles. Empezamos a caminar a paso ligero, las veía aproximándose a nosotros.

-¿Cómo te llamas?- le pregunté mirándola de nuevo.

- Eri...- Pero no pudo terminar la frase. Antes de darnos cuenta las teníamos encima. Argg, esas dos hermanas no me dejarían tranquilo hasta que las matase.

- ¡OH, joder¡ ¡Corre, corre!, ¡Luego te lo explicaré todo! - No podía permitir que la dañaran.

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