Le estaba dando vueltas a la misión de Nazan. ¿Por qué quería muerto a su propio hermano? ¿Cómo podía ser posible que un ángel tuviera un hermano vampiro? Todo esto me lo estaba preguntando mientras le observaba de reojo.
En el fondo todo eso me daba lo mismo. Tan solo quería encontrar a Izan, si él podía ayudarme, pues mejor. Íbamos caminando por la calle. Aunque él, más que andar parecía que estaba desfilando por una pasarela de moda. Las chicas que nos cruzábamos no podían dejar de observarle, aunque la expresión correcta seria comérselo y desnudarlo con los ojos.
Por supuesto, Nazan era la belleza reencarnada, si lo observabas demasiado tiempo esa belleza te eclipsaba y te atrapaba. Su olor también parecía de otro mundo, te hacía plantearte como sería si ese olor se impregnara en tu propia piel al tocarlo. Cuando lo miraba no podía evitar imaginarnos a los dos juntos, piel con piel en mi cama, tocándonos cada centímetro de nuestra cuerpo, sudando y… la fantasía cambió. Ya no estaba con Nazan, estaba con “el chico”. Siempre con el mismo chico. Sus ojos azules con tonalidades verdes, y con un matiz de color almendra me observaban. Esos ojos… me hacían enloquecer, hacían salir mi ser más salvaje, y me excitaban por dentro y por fuera, me hacían arder en deseo. ¡Oh, por favor! Esos ojos eran mi perdición, necesitaba encontrar a ese chico pronto o, de lo contrario, podría llegar a hacer alguna locura con Nazan aunque, para ser sinceros, lo que le haría no nos disgustaría a ninguno de los dos.
-Dime, ¿en qué piensas?-me preguntó mientras me miraba con esos ojos azules. Por un momento pensé que me estaba derritiendo por dentro. Era como si sus ojos se derramaran en mi interior.
-Eh… en nada. – Dije mientras me sacudía de mi ensoñación y de su mirada. - ¿Te has dado cuenta de cómo te miran las chicas?-Le pregunté con picardía, para desviar su atención.
-Sí, pero no me interesan las mortales, solo me gustan las de mi especie-y de repente se paro frente a mí.
-¿Por qué te paras así? ¿Que ocurre?-le pregunté con incredulidad. Él se había colocado de tal forma que sentía el calor de su pecho en el mío. Mis pechos se elevaban a un centímetro escaso de su torso.
-Puedo leer la mente de todos los humanos que hay cerca- me dijo repasando mi cara con sus ojos.- Todos los hombres de esta calle solo tienen un pensamiento en mente: quieren tener sexo contigo- Me quedé helada, yo no podía leer la mente de los mortales solo la de los vampiros. Sus ojos seguían observándome, esperando mi reacción.
-No me interesan lo mortales. Solo los chicos de mi especie.- Lo dije quitándole importancia al asunto, pero mientras le contestaba observe disimuladamente mi alrededor. Sin lugar a dudas los hombres me miraban. Siempre olvidaba que a los ojos humanos somos bellezas andantes. Cierto, yo era hermosa. No es que sea una engreída o algo así, pero era obvio, tenía una belleza un tanto extraña, no era tanta como los demás vampiros. Mi belleza rozaba lo absurdo en lo referente a que tenía una belleza casi angelical. Y digo que rozaba lo absurdo ya que ¿Cómo se podía tener una belleza angelical cuando era un vampiro malvado que mataba ángeles?
- Así que los de tu especie ¿eh? Me alegro de que contestaras eso.-Y antes de que pudiera darme cuenta su cuerpo se había movido hacía mí y me encontraba acorralada entre él y mi coche.
- ¡Eh! No tan rápido. ¿Que te piensas que soy?, ¿Te crees que me voy a acostar contigo?- Su cuerpo estaba pegado al mío, podía sentir su calor a través de la camiseta. Mi pecho estaba aplastado en su torso y se movía al son de nuestras respiraciones.- Eres increíble, te conozco de hace apenas veinte minutos. De verdad que haces honor a la fama que tenéis los vampiros. Sois incontrolables. Solo pensáis en buscar y encontrar el placer para vosotros mismos. Siento decirte que estas muy equivocado conmigo. -La verdad creo que estaba desvariando un poco. Con sus ojos fijos en los míos, en el fondo sabía que me atraía. Pero ¿A quién iba a engañar? Yo antes era tal y como hace unos segundos le había descrito a él. Solo podía pensar en el placer sexual, sobretodo cuando veía a Killian.
-No te enfades, solo quería besarte, además podría obligarte y entonces… - fue diciendo mientras inclinaba su cara hacia la mía- yo disfrutaría más-me dijo con una voz juguetona.
-Tú no sabes quién soy yo ¿verdad?- le dije enfrentándole- ¿Sabes que te pasaría si me hicieras algo? Tengo muchas formas de matar a alguien, ya sea vampiro, hada, bruja o ángel. Y por si no lo has notado mi espada apunta directamente a tu entrepierna.-Y me reí, una risa baja y sensual, su cara cambió del placer a la angustia. Pues sí que tenía miedo de mí, pensé. En aquel momento sentí una presencia familiar detrás de mí. Killian acababa de llegar. Eso era, no tenía miedo de mí sino de Killian.
-Suéltala o te rompo el cuello gilipollas –Iba a explotar. ¿Pero que se creían estos dos? Killian se comportaba como si no pudiera defenderme por mí misma y Nazan como si realmente no fuera una amenaza para él. Precisamente yo no era famosa por dejar vivir a la gente.
-¿Y quién dice eso?, ¿El novio despechado?- preguntó Nazan a Killian con burla.
-Basta killian – le dije de forma autoritaria- ¿Te crees que no puedo con él? ¿Acaso no has visto donde está mi espada?-
-No la vi en tu espalda y decidí intervenir para ayudarte, pensé… -
- Pensaste que la había perdido- le dije mientras seguía mirando fijamente a Nazan- Pues no la he perdido, está en tu entrepierna, como te me acerques más tendrás un verdadero problema o quizá tendrás un problema menos, ¿Quién sabe?-
-Perdóname, Erika, yo solo quería protegerte- Me dijo bajando la voz en tono de arrepentimiento.
-Vaya con que tenemos todo un caballero aquí, ¿eh?- Le dijo Nazan a Killian con su voz más burlona. Ahora se sentía muy seguro de sí mismo por que Killian se había tranquilizado, pero todavía podía acordarme de como antes se había puesto tan blanco como la nieve.
-Y tú, quítate de encima de mí- Le dije a Nazan mirándole fijamente- me estas aplastando. Aunque si lo prefieres me abro paso con mi espada- Todo esto acompañado de mi sonrisa más burlona. Era lo único que podía hacer, a no ser que siguiera mis propias palabras. Él sabía que con tan solo un par de golpes con la espada nunca podría llegar a matarlo, pero eso no significaba que no le doliera. No podía matarlo a no ser que le cortara la cabeza. Pero aún así, a los seres de la luz el simple roce de nuestras armas los debilitaba, así que le dejaría unos minutos regocijándose con el dolor.
-Vale, de acuerdo Erika. Solamente estaba jugando contigo. – Bajo su tono hasta una voz cargada de promesas de placer-Me gustas mucho. Y por supuesto sé quien eres. Erika Angio. Afamada por lo despiadada que eres.- Me lo dijo al oído, atravesándome el sonido de su voz como agujas, buscando el deseo en mí y encontrándolo. Pero en ese momento vi a Killian, que se había tensado, y me miraba con cara de sorprendido. Entonces caí en que todavía tenía a Nazan medio encima de mi cuerpo. Sus piernas adheridas a las mías, su torso recostado con el mío y su respiración rozándome el cuello. Todo el peso de su cuerpo seguía presionándome contra el coche. Reuniendo todo el autocontrol que pude encontrar empujé a Nazan lejos de mí, y me subí en mi coche. Por favor, tenía que llegar a casa pronto o me daría un colapso.
-Me voy, Killian. Lleva a Nazan a la Hermandad, y si es posible no lo mates por el camino- no estaba segura de si llegarían vivos los dos pero yo tenia que irme. Además estaba amaneciendo, el sol salía ya.
-No prometo nada Erika,- se acercó hasta mí y se inclinó -¿Puedo ir a verte luego?-Me susurró al oído.
-Por supuesto que sí Killian -le contesté. En un impulso le di un beso en los labios. Se sentían calientes como siempre, eso me gustaba. Nazan me miraba sorprendido, estaba blanco como la nieve.
- No temas, Nazan, no te matará. Por ahora. - Y me fui.
En cuánto estuve a solas en mí coche respiré profundamente. No me había dado cuenta de que había estado aguantando la respiración durante casi todo el enfrentamiento. Me sentía casi enferma, eso era raro, los vampiros nunca enfermamos. Las únicas veces que podemos sufrir algún daño es a causa de las heridas que nos hacen las armas. Pero aún sabiendo que no era posible, no me encontraba bien del todo.
Nunca me había sentido igual por lo que no sabía lo que tenía. Me sentía ardiendo, y por mucho que pusiera el aire acondicionado, la sensación de quemazón no disminuía. Se había desencadenado a raíz del acercamiento de Nazan, no sé por qué pero tenía esa impresión. Me había dejado un dolor palpitante, era como si su poder me hubiera rozado y el mío le hubiera correspondido. Era totalmente absurdo, quizás estaba desvariando por la quemazón. Quizás tenía lo que los humanos llamaban fiebre y estaba delirando. Pero por más que lo pensaba sabía que tenía razón. Algo que poseía Nazan había arrancado algo que yo tenía profundamente encerrado.
Llegué a mi casa y me abrí paso a través de la puerta hasta el baño. Puse en marcha el agua del grifo y empecé a quitarme la ropa mientras el agua fría caía lentamente en la bañera. Sentía como mi piel ardía.
Tan pronto me quité la ropa, me introduje en el agua helada. El agua en contraste con mi piel caliente se sentó bien. Me recosté en mi gran bañera, esperando a que se llenara.
Entonces ocurrió. Al cerrar los ojos lo volví a ver. Mi chico de ojos verdes azulados. Era como si nunca hubiera cerrado los ojos, estaba de pie encima de mi alfombra, mirándome con cara de satisfacción. Como sí por el simple hecho de mirarme fuera un verdadero placer para él. No hizo amago de acercarse, ni de hablar. Solo me observaba con verdadero deleite. Claro, recordé que estaba totalmente desnuda. Mi mente me juega malas pasadas, ¿Qué hombre que estuviera en su misma situación no me miraría con el mismo deseo?
Tenía que dejar de pensar en esos ojos, quizás así dejaría de tener fantasías con él. Desde que tuve mi primer pensamiento sexual, mi imaginación me dio su imagen. Y digo imaginación porqué nunca le he visto. Por más que intente recordarlo sé que nunca me he cruzado con alguien así, si lo hubiera hecho lo sabría.
Aquí me tenéis, a la vampiresa más brutal, a la cazadora que es conocida por su crueldad, mirando con deleite a un humano. Si esto se supiera…
No sé cuánto tiempo estuve mirando esos ojos, pero me perdí en ellos. Esa mirada me hacía sentir débil, confusa y excitada, muy excitada. Sin ni siquiera planteármelo, y mientras le miraba fijamente a la cara, comencé a tocarme.
Pasé mis manos por mis pechos y por mis pezones duros por la excitación. Bajé una de las manos hasta el ombligo, al que acaricié la piel de su alrededor formando un circulo. Y seguí bajando hasta mi sexo, acariciando la piel con movimientos lentos y circulares. Su mirada se fue turbando, hasta que realmente, pude ver que en sus facciones había dolor. En el fondo me daba satisfacción tener tanto poder sobre él. Pero su sufrimiento iba más allá del puramente humano. En el momento en que quise levantarme para llegar a su lado, sonó el timbre de la puerta.
Abrí los ojos y me di cuenta de que realmente si que me estaba tocando. La quemazón había desaparecido, pero en cambio tenía un calentón de otro tipo. Mis manos descansaban ahora flácidas, una sobre mi pecho y la otra sobre mi sexo. Apagué el agua del grifo, me levanté, me puse la toalla anudada al pecho y salí rumbo a la puerta.
Amplié mi poder para sentir quién estaba en mi puerta. Entonces lo sentí, era Killian y venía solo. En cuanto abrí la puerta me aparté de la luz solar. No me daña del todo pero sí que me debilita. En cuanto le dejé entrar supe que era un error. Con todo el caos de antes yo le había besado. En el fondo yo sabía que sus intenciones en el enfrentamiento con Nazan eran buenas y también sabía que lo había hecho para molestar a Nazan. Pero él me había malinterpretado. Y aquí estaba yo, húmeda, caliente por mis fantasías, desnuda y otra vez con la quemazón. Eso sumado a que Killian siempre me había atraído, y que él podía oler mi deseo al igual que yo podía oler el suyo. Fue un gran detonante, para que cerrara la puerta de un movimiento y se diera la vuelta para enfrentarme.
- No quiero verte otra vez así. – Me dijo con toda la tranquilidad de la que era capaz.
- ¿Cómo? ¿Con una toalla? ¿Prefieres que me la quite? – No lo pude remediar, sabía perfectamente a lo que se refería. Pero no quería enfrentarme a ello. Sí dejaba que me mostrara sus celos, esto significaba que era algo más que un rollo. Yo no quería complicarlo, tenía un calentón y quería quitármelo, punto. No quería más complicaciones, ni novios celosos. Bastante tendría ya cuando dentro de unos días tuviera que elegir un marido, ya que si no lo encuentro yo, lo elegirán en contra de mi voluntad. Solo de pensarlo me daban escalofríos.
- Sí, prefiero que te la quites, pero no es eso a lo que me refiero y lo sabes. – Su cara reflejaba dureza, sus ojos no me derretían. Killian era un bombón, pero estaba muy lejos de Nazan. En este momento descubrí la diferencia entre pasión y atracción. Sus ojos mostraban un sentimiento de posesión cuando se pasearon por mis curvas, posesión y atracción. Como cualquier otro macho.
- ¡Killian basta! No soy tuya. Puedo hacer lo que quiera con quien quiera. No soy propiedad de nadie. – Se acercó lentamente hacía mi, que estaba apoyada contra el mueble de la entrada. Me empujó hasta hacerme sentarme sobre él. Comenzó a acariciarme la pierna por encima de la toalla y a acercar su cara a la mía.
- Por poco tiempo. Sabes que soy tu mejor opción como futuro marido. Al menos a mí ya me conoces y sabes que podemos pasar muy buenos ratos en la cama. Como el de ahora.- Le concedí un punto. Sabía que tenía que elegir ya a un candidato, pero realmente no podía. En cuanto me planteaba elegirlo sentía que estaba cometiendo un error garrafal y no podía ponerme de acuerdo conmigo misma.
Me rendí a él porqué estaba demasiado excitada como para qué no me viniera bien aliviar algo mi agonía. Aunque yo sabía que esa excitación no era enteramente por él, sino por mi fantasía. Algo en el fondo de mí me dijo que esto no tendría que estar pasando. Pero este es otro fallo que tengo, en cuanto estoy demasiado excitada no soy capaz de pensar con coherencia.
Sus labios buscaron los míos, y su mano se coló por debajo de la toalla, tocándome la pierna de forma muy excitante y preparatoria. Su mano se movió hasta mi parte más íntima, mientras su boca descendía de mis labios a mi cuello. Siguió mordisqueando la piel sensible de mi cuello. Con la otra mano que me sujetaba por detrás de la cabeza se las arregló para desatar la toalla, dejándola caer a mí alrededor. Su boca descendió hasta mi clavícula dejando todo un reguero de pequeños mordisquitos con sus dientes afilados, siguió bajando hasta alcanzar el pecho al que enmarcó con la lengua hasta llegar al pezón. Mientras tanto, su otra mano jugaba con mi sexo, me acariciaba el clítoris con movimientos circulares. Una vez se cansó de mi pezón derecho comenzó con el izquierdo. Entonces con dos dedos me penetró, haciéndome cerrar los ojos de placer. Eso es en lo que fallé… en el momento en que cerré los ojos la primera imagen que tuve fueron esos dos ojos verdes azulados. No me pude contener y actué.
Con los ojos bien cerrados, busqué el cierre de sus pantalones, y con un poco de maña me las arreglé para quitárselos. Comencé a acariciar su gran bulto. Ahí fue cuando Killian se desató. Se desgarró el calzoncillo, me cogió en volandas y me tiró al suelo para ponerme debajo de él.
A partir de ese momento tuvimos unas cuantas horas de sexo animal, demasiada furia como para que fuera romántico. Era simplemente placer. Nunca había conocido nada diferente, pero sabía que existía algo distinto por el cine y las novelas. Pero me dio igual, ya que la escena cambiaba en cuanto cerraba mis párpados, y la dulzura, que no había en la realidad, me llenaba con aquellos ojos. Tenía que hacer algo, quizás me estaba volviendo loca, o quizás todo esto era una secuela de la presión por el tema de encontrar marido. Quizás al tener que buscar a alguien, mi imaginación iba unos pasos adelantada y me daba la imagen de mi hombre perfecto. No lo sabía.
- ¿Quieres que me vaya, Erika?-me preguntó killian, sacándome de mi ensoñación. Estaba recostada desnuda sobre él. Él me acariciaba con su mano de forma muy sensual por las curvas de mi cuerpo. Lo miré, él sin lugar a dudas era guapo, moreno, con esos ojos negros azabache tan profundos, que parecía que absorbían la luz de nuestro alrededor, brillaban con cualquier reflejo. Ese cuerpo de Dios griego en el que estaba recostada, sintiendo cada músculo que se le marcaba. Además debemos sumar que tiene un culo... Sí, no voy a mentir, me pone muchísimo y me encanta, pero no había nada romántico aquí. Solo existía el puro placer, al menos para mí. Y otra vez tenía esa mirada insaciable en su cara, la que me decía que quería más de mí.
- No hace falta que te vayas si no quieres, pero es hora de dormir y tenemos que salir de caza dentro de unas horas. Además no te voy a dar más de mí por hoy pequeño. - le dije con una risita burlona.
-Vale como tú quieras Erika. Aunque estaba dispuesto a darte placer durante el resto del día- me dijo mientras se inclinaba para darme un beso. Me besó suavemente en los labios y se fue rumbo al cuarto de baño.
Me levanté y me dirigí directamente al sofá, en el que me tumbé boca arriba. En ese momento me llegó el sonido del agua de la bañera. Ese sonido siempre me había parecido relajante y en cuánto me quise dar cuenta estaba totalmente dormida.
Me levanté sobresaltada unas horas más tarde. ¿Habéis tenido alguna vez un tipo de sueño en el que intentas alcanzar algo pero nunca llegas? ¿Corres y corres pero no puedes moverte del sitio? Pues es el que había tenido. Mi chico me llamaba pero no podía alcanzarlo, nunca. Él estaba como flotando en el cielo y yo, desde la tierra, le intentaba alcanzar. Argh, realmente es muy frustrante. Me levanté del sofá con los nervios a flor de piel. No sé lo que significaba todo ese sueño pero me había puestos nerviosa.
Me vestí rápido con mi ropa de caza, un pantalón de cuero negro y una camiseta negra a juego, que no dejaba nada para la imaginación, muy ajustada. Siempre me lo ponía ya que es lo más cómodo para patear culos sobrenaturales. Me calcé con mis botas, cogí me espada y después de cerciorarme en que posición estaba el sol, salí a la calle.
Me dirigía hacía el cuartel de la Hermandad, pero en vez de coger el coche, decidí ir andando. Con un poco de suerte encontraría alguna hada o ángel como cena. Me adentré en el bosque con la cabeza llena de pensamientos. Si no me decidía ya por un hombre… la sanción era pena de muerte. Lo reconozco, iba demasiado metida en mis pensamientos como para darme cuenta de algo más. ¡Menuda cazadora estoy hecha!
Hasta que ¡boom! , choqué contra alguien. Iba medio corriendo medio andando, y diría que igual que la cosa con la que había chocado, por el golpe que me pegué contra el suelo.
- ¿Qué pasa no sabes mirar por donde va…?- Entonces le miré mientras seguía en el suelo y hablaba. Pero en el momento en que le miré… no me lo podía creer. ¡Era él! ¡Era el chico de mis sueños!
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