12 septiembre 2009

Capítulo 2: Eterna espera

Me levanté sobresaltado. Otra noche en la que no había podido dormir bien, y ya van con esta 3 siglos.

Mi nombre es Izan y soy un ángel. Realmente tengo alas y resplandezco, soy ese tipo de ángel en el que todavía cree la humanidad. Pero están tan ciegos que ellos no lo ven, me ven como una persona normal. Ningún humano me ve en mi verdadera naturaleza, ya que los ojos de la humanidad están cegados por el egoísmo, la avaricia y propio placer. Aunque siempre hay alguien que ve más allá, que tiene algún tipo de fuerza extrasensorial que notan que no soy realmente como ellos.

Pero ellos no son realmente mi problema. Por mucho que a veces me molesten a lo largo de mi existencia, mi cometido es protegerlos. Soy un ángel vengador. Un verdadero cliché.

Mi problema son los vampiros, si otro cliché. Vampiros que matan humanos para alimentarse, ellos son mi objetivo desde hace 400 años, y llevo matándolos desde entonces en todos las zonas del mundo. Siempre la misma rutina, la misma guerra y las mismas muertes a asesinos de personas inocentes. Quizá por la misma razón de rutina llevo 300 años soñando con lo mismo. Soñando con la misma chica, con la misma cara y los mismos ojos. Y aún que no sé quién es conozco las líneas de su cara, su cuerpo, como las mías. En mi sueño, ella solo me mira, no se intenta comunicar conmigo, no es un sueño angustioso ni una pesadilla. En mi sueño solo estamos mirándonos durante horas, intentando descifrarnos mutuamente. Y eso me está matando.

Como ángel que soy, mi raza tiene prohibido el amor. No es que no tengamos que enamorarnos, es que no podemos enamorarnos. Tampoco podemos físicamente tener impulsos sexuales. Cuando habitamos en la tierra nuestro cuerpos se adaptan, una de nuestras adaptaciones es la pérdida del lívido y con ello los sentimientos relacionados con el amor.
Eso me está matando, estoy enamorado de la chica de mis sueños. Imagínate ver la misma persona cada día durante toda tu vida. Tengo sentimientos por ella que biológicamente mi cuerpo no debería de ser capaz de producir. Lo que siento por ella va más allá de todo razonamiento humano. Y continuamente mis pensamiento durante el día son hacía ella, hacía una chica que no sé ni siquiera si existe. ¿Ves lo frustrante que es todo esto? Por un lado no puedo enamorarme y me enamoro. Pero que encima de enamorarme, me enamoro de una chica que visita mis sueños durante 303 años. Si no fuera porque la existencia de mi raza es un misterio, diría que eso no es posible.

Mi raza… si somos un misterio para las demás criaturas sobrenaturales. Ellos si nos pueden ver como realmente somos, al igual que nosotros podemos saber lo que ellos son. Los vampiros, como he dicho antes, son mi verdadero problema, nos están cazando. Pero no nos confundamos, no todos ellos, sino la hermandad de la luz.

Desde hace unos años la guerra se ha hecho más visible, los ángeles aniquilábamos a los vampiros sin piedad, hasta ahora. De unos pocos años acá un grupo de vampiros, con las mejores técnicas de lucha, se agrupó. Todos ellos forjaron lo que se conoce con el nombre de Hermandad de la luz, haciendo competencia a los seres que formamos la hermandad celestial.

Me levanté de la cama y me puse mis pantalones vaqueros y una camiseta elástica. Ese tipo de camiseta que se adapta al contorno del cuerpo, por lo que todos mis músculos se resaltaban con ella. No voy a mentir, los ángeles somos bellos por naturaleza. Debería de no ser así, ya que destacamos entre los humanos. No sé realmente como describirlo, una vez, una humana, me había dicho que poseía una belleza sobrehumana. La verdad, no iba muy desencaminada. No nos podíamos comparar con nada humano, ya que las bellezas que destacaban entre ellos, en realidad no eran humanos. Eran brujas o brujos, o hadas.

Ya salía el sol, y por alguna extraña razón tenía el impulso de salir de noche. El impulso se agudizaba después de mi dosis de sueños con la chica, una secuela de no dormir bien supongo. Pero era un impulso descabellado sabiendo que no podía salir. Mucha oscuridad me hacía daño y mis poderes se debilitaban en ella, eso era algo que no me podía permitir. Ya que debido a muchas casualidades y circunstancias, soy el guardián de los secretos de mi mundo y el de los demás seres de la luz. Guardo las ubicaciones de los portales mágicos ubicados en todas las ciudades de la luz. Mi único deber como guardián es no dejarme atrapar, parece sencillo, pero es algo difícil. Y es debido a que los cazadores de la hermandad de la luz, me persiguen desde hace aproximadamente 300 años. Casi el mismo tiempo que me lleva persiguiendo mi hermano nazan. Él es un vampiro despiadado, que no se detiene ante nada. Algo así como Erika la vampira que me busca, aunque pienso que él no es tan creativo como lo es ella.

-Izan, ¿por qué estás aquí?-me pregunto Nala, cuando salía de mi casa. Nala es mi compañera de caza. Aunque, la verdad sea dicha, prefiero cazar solo. Y no es porque no sea una buena cazadora. Pero somos pocos los que cazamos ya que los tatuajes con los que identificamos a los vampiros son difíciles de ver, no todos podemos.

- ¿Y dónde se supone que tengo que ir? – Le pregunté con interés.

-Sabes lo que le paso a Joel anoche, no deberías de estar aquí. – Me miró con cara apenada, sus ojos brillaban a punto de desbordarse por las lágrimas. Nala al igual que todos los ángeles tiene una belleza pura. Pero en ella se ve realzada, ya que aun teniendo 134 años, todavía posee rasgos de una niña. Su cara es redonda e inspira inocencia, sus ojos son marrones enmarcados por unas pestañas espesas y alargadas. Su cabello, aquí viene lo extraño, es pelirrojo. No he conocido nunca en toda mi existencia ni un ángel con el color de pelo que posee Nala. Eso la hace, aún más bella que los demás, su cabello pelirrojo ondulado y largo, sumado a su blanca piel, le conferían una apariencia característica más de las hadas que de un ángel.

-Sí me enteré que encontraron su cuerpo. Se alimentaron de él hasta desangrarlo, ¿Verdad?-

- Sí, por eso no debes exponerte a que te cojan. Izan si te cogen sabes que será nuestro fin, sin ti se perdería todo. Y además su muerte habrá sida en vano.- Su voz se quebró en esa última frase.

Habíamos estado andando mientras hablábamos. La ciudad era un hervidero en movimiento. La ciudad estaba despertándose literalmente. A nuestro alrededor se movían numerosas personas, con estilos totalmente distintos, desde personas con traje de ejecutivo, hasta chicos con mochilas. Otro nuevo día en sus cortas vidas.

En el fondo les envidiaba su libre albedrío, poder elegir cuando salir, cuando entrar, que hacer y a donde ir. Yo condenado por toda la eternidad a ser el guardián de los secretos y un ángel vengador. Sin ningún otra salida. Condenado a la soledad durante la noche y a la caza durante el día, para siempre.

-Lo sé, pero eso es imposible. Quiero coger a esa tal Erika, y darle su merecido. Sí cree que se va a salir con la suya, va desencaminada. Quién me busc…-

-¿Has visto eso?-me preguntó en un chillido y sobresaltándome.

-No ¿¡qué pasa ¡?-

-Izan, creo que vamos a tener suerte esta noche, quizá podamos vengar a Joel.-Me dijo Nala. Mientras observaba un forma en un callejón. Entendía su sed de venganza, Joel era su hermano y esa tal Erika que me buscaba, lo mató anoche, literalmente se lo comió.

Por fin era la hora, el sol acaba de despuntar entre los edificios, en su punto justo. Y podíamos ir a por ese vampiro. Tenía poco tiempo pero esperaba aprovecharlo bien, muy bien.

-¡Nala tírale una daga y que no se mueva! - Le grité corriendo hacia ella. Las dagas que tenemos no son simples dagas. Éstas están hechas en la ciudad de la luz y bendecidas por el sumo sacerdote.

Pero aún así no me quería arriesgar, así que, con uno de los poderes que poseo, sondeé el terreno con mi mente haber si había alguien más. Pero hoy teníamos suerte, estaba solo él. Así que este no era un cazador. Los cazadores suelen salir de caza de tres en tres. Me daba igual, era un vampiro menos y listo.

-Vaya, vaya, un chupasangre-Le dije con mis puñales en su cuello

-Vaya, vaya, un ángel vengador, que sorpresa.- Es increíble que estos vampiros aun estando en peligro de muerte siguen dándose aires de grandeza. Deben de pensar solo en beber sangre de nosotros y de los humanos, en las fiesta, y en el sexo sobre todo ellos. Son como animales. Qué asco.

-¿A dónde se supone que ibas pasando por aquí? Sabes que este es nuestro territorio.- Le dijo Nala que estaba a punto de clavarle la espada en el corazón. Mientras, yo seguía con la daga en su cuello y apretándole sobre la pared.

-Vaya eres una angelita muy guapa, ¿No te gustaría tener un rato de pasión conmigo?- Nala lo miro con cara de asco. Pero el llevaba razón ella estaba preciosa con ese vestido blanco hasta las rodillas. Se hacía verse tan bien, destacaba su cabellera. Creo que no debería de estar pensando en esto y ni siquiera sintiendo lo que ahora sentía cuando la estaba mirando. Y no, sobre todo, cuando teníamos un vampiro entre las manos.

-¿Por qué estás aquí?-le pregunte mirándole fijamente a los ojos.

-Estaba buscando a alguien. Mira por donde lo he encontrado sin problemas. – Me dijo devolviéndome la mirada.- Me manda tu hermano, Izan. Solamente quería saber si estabas en la ciudad.- Sonreía mientras me lo decía, una sonrisa maligna y llena de promesas dolorosas.- Por fin lo sabe, el puede ver todo lo que yo veo. -El dijo riéndose.

-¿Nazan está aquí? – La incredulidad se reflejo en mi voz.- No puede ser. Él estaba en España. – Dije como para mí. Le volví a mirar y le pregunté con mis dagas en su cuello.- ¿Cuánto hace que está aquí en Italia?-

-No te preocupes, él está bien acompañado.- Dijo con una risa socarrona.- Está con Erika, te suena el nombre ¿verdad? Se encontraron por la noche.

No me pude resistir le pegué en la cara lo más fuerte que pude. Pero el continuó hablando como si no le hubiera pegado.

- Al final te cogerán. Ahora ya saben dónde estás, Izan. Y ahora me puedes matar si quieres, ya he terminado mi trabajo.- Pero no fui yo quien lo hizo, tan pronto como terminó de hablar, Nala le cortó la cabeza, llenándose su blanco vestido de un rojo intenso, a juego con su cabello. Estaba sexy con el vestido pegado a su cuerpo y su pelo suelto, algo despeinado por culpa de la carrera para coger al vampiro. Pero “OH dios en que estoy pensando” se supone que yo no siento estas cosas. Como no encuentre pronto a la chica de mis sueños no sé cómo va a acabar mi vida.

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