- Erika ¿cómo puedes vender tu libertad por… un ser como mi hermano?- Nazan me miraba con sorpresa. Estoy segura que no era capaz de procesar que daba mi libertad por su vida. - Él no vale nada, solo es un simple ángel- Dijo apoyando de nuevo la daga en su pecho.
Ya lo había dicho. Era lo único que podía hacer por él. ¿Dejar morir a mi ángel o casarme con su hermano? La respuesta estaba clara en mi corazón. ¿Realmente solo había pasado 1 noche desde nuestro encuentro? ¿Cómo se había complicado tanto todo esto? Tenía que hacerle quitar la daga de ese precioso pecho.
- Dime, Nazan ¿Quieres o no quieres casarte conmigo?-Lo dije de un tirón. Mi voz antes temblorosa y aterrada había tomado seguridad. No lo dije precisamente con todo el amor del mundo, si no que más bien sonó como si las estuviera escupiendo.
- Por supuesto que quiero casarme contigo. – Nazan no vio nada raro en mis palabras. Su mente aún trabajaba en que yo, Erika, heredera del trono, me iba a casar con él. Su mirada volvió a mí. Mi mirada estaba cargada de frialdad y rabia, de eso estaba segura. Creo que lo siguiente que dijo solo lo dijo para molestarme, pero ¿de verdad este tío se creía que me iba a acostar con él? Ni loca. - Creo que no puedo esperar a la noche de bodas…
- Basta, Nazan- Aún no habíamos llegado a un acuerdo. Sí seguía por ese camino estaba convencida de que no sería la única que vomitaría. Esta era una parte muy importante de todo esto, no quería dar mi libertad por un trato mal hecho o inacabado, quería que todos los aspectos quedaran claros. -Seré tuya sólo, y digo sólo, sí no matas a Izan. Además de jurar que jamás iras tras de tu hermano, que nunca volverás a perseguirlo, ni que tampoco encargaras a otros hacer el trabajo...- Pensé para mi interior, no creía que faltara nada.- Ese es el trato.- Por supuesto no aguante más, las lágrimas recorrían mis mejillas. No había forma de parar todo esto, yo solita me había vendido, ya no había vuelta atrás.
- Lo juro, lo juro.- Estaba pletórico. Su cara era la viva imagen de la alegría. Ya no me quedaba nada más que dar. Todo lo que había sido hasta hace unos días había desaparecido. Mi crueldad, mi corazón y mi soltería, me habían pertenecido durante años. Nazan seguía a lo suyo. - Pero todavía no lo entiendo…- Su mirada se paseaba de mí a Izan y viceversa. En realidad no le estaba escuchando. Mis ojos anegados en lágrimas solo miraban a una persona de ese escenario. Quería decirle tantas cosas… Necesitaba estar junto a él. No sé cuanto era mío y cuanto del hechizo, pero le quería conmigo para siempre. Ahora daba lo mismo, no le podría tener, al menos todo esto merecería la pena si el vivía.
- No tienes por qué hacerlo.- Su mirada me atrapaba. Sus palabras salieron como simples susurros, pero llegaron a mis oídos como si estuviera junto a mí. Así le sentí. Estábamos tan lejos y a la vez tan cerca, parecía poder tocar su bella cara. Nunca había visto una imagen más bella. Su pelo estaba alborotado, su cara llena de tierra, su camisa sangrante y sudorosa, y aún así eso no hacía más que aumentar mi amor por él. Que estuviera ahí, en el mismo lugar en el que hubiera enfrentado a la muerte con la cabeza bien alta, no hacía más que partirme más el corazón. - No te condenes por mí. - ¿Pero cómo no podría? No podía dejar que se fuera de este mundo, tan sencillo como eso.
- Lo sé, pero no puedo dejar que te maté. Era la única salida.-Salió de mi boca con un susurro roto por la emoción.
- Cariño… siempre hay otra salid…- la palabra cariño en su preciosa voz me llenó con su melodía. Nunca me habían llamado cariño con la connotación que él lo hizo. Con una simple palabra me rodeó de amor. No me di cuenta de que le habían interrumpido hasta que entendí que nunca habíamos estado solos allí. En realidad nunca había estado junto a mí mientras me hablaba. Toda la escena volvió a tomar forma en mis ojos. Parpadeé confusa, ¿qué coño había sido eso?
- ¿¡¡¿ Cariño?!!?-Su mirada continuaba como si esto fuera un partido de tenis, de Izan a mí y de mí a izan.- Me he perdido algo ¿Verdad?- Aguantó su mirada en mí. - Erika, ayer mismo le buscabas para matarle y ahora estás llorando por él. – Cambio a su visión hacía Izan.- Y tú, hermanito, de la única mujer que te has enamorado es de esa que sale en tus sueñ…- Por supuesto, no estaba escuchándole, realmente ya no tenía sentido para mí lo que Nazan dijera. Pero su risa me sacó de la ensoñación, estaba hablando con Izan – jajá jajá… ¿Qué Erika es tu chica? Jajaja… Vengo aquí para matarte y me voy prometido de tu chica misteriosa.- Se acercó hasta mí guardando la daga en un bolsillo. Mi cuerpo se sobresaltó en el momento en que puso su piel en la mía. – ¿Preparada para irnos a casa?- Me dijo mientras me rodeaba con su brazo por la espalda.
Seguía los movimientos de Izan. Primero miró a su alrededor buscando algo, en cuanto pareció haberlo encontrado, se levantó. ¿Había dicho lo guapo que estaba de rodillas? Pues ni comparársele a como estaba cuando andaba. Parecía que iba con prisa, se acerco al hada. Vaya le había olvidado. Pensaba que era la cena de Nazan y que Izan le había pillado alimentándose y había comenzado la pelea. Parece que estaba equivocada.
-Ashn- dijo arrodillándose junto a ella. Puso su mano sobre su hombro, y aunque sabía que me acababa de prometer a otro hombre ese gesto me hizo ponerme algo celosa.
-¿Os conocéis?- le pregunté a Izan. Intenté acercarme a él, anhelaba su rocé, pero había olvidado que Nazan me tenís agarrada y por supuesto no me dejó moverme.
-No te acerques a este estúpido – me dijo Nazan. Cómo si pudiera realmente dejar de intentar tocarlo, como sí fuera tan fácil.-Ahora vas a ser mi esposa- Esas palabras me quemaron por dentro. Claro que él solo lo había hecho para molestar a Izan, de eso no decía nada nuestro trato.
-¿Sabías que yo me voy a casar con Ashn?-gritó Izan. Fue como sí me tiraran un jarro de agua fría. Me quedé inmóvil y le miré estupefacta, en el momento en que sus ojos se encontraron con los míos desvié mi mirada. Me había dolido incluso sí era mentira.
-¿Cómo que te vas a casar con Ashn?-Sentí la mano de Nazan en mi espalda totalmente tensa. ¿Pero que le pasaba? Parece que la noticia de la boda de Ashn e Izan le había pillado desprevenido al igual que a mí. Pero incluso en Nazan era diferente. En un instante era frío y al siguiente su cara estaba llena de angustia y dolor. Vale esto sí que no me lo esperaba.
-Lo siento, Nazan. La ma… madre de Izan lo arregló todo. Yo… yo no pude hacer nada- Entonces no había duda de que se conocían. El hada estaba hecha un mar de lágrimas, no muy diferente a mí. Aunque estaba muy pálida y temblaba. Entonces me miró a mí– Pero…no entiendo ¿por qué?, ¿por qué quieres casarte con ella?
-Mi madre - contesté. No le debía ninguna explicación a la hada pero si a Izan - Mi madre lo eligió para mí – no aguanté la compostura y comencé otra vez a llorar, aunque esta vez con más angustia.
-Mi madre me eligió para formar una alianza con Ashn-Escupió Izan -La enfrenté y le dije que estaba enamorado de ti y, por eso…adelantó la boda para mañana.- En sus ojos había tormento. Mañana se casaba… Me quedé estupefacta en cuanto procese la información.
-¡¡¡¡¡Jamás!!!!!- Soltó Nazan, me sobresalté con el grito. Durante unos momentos no escuche nada, mis oídos se quedaron sordos y mi ojos sin vista. No se cuanto tiempo estuve en estado de shock. Sólo salí de él cuando escuche mi nombre.
Erika, trataré de impedir la boda.- Me dijo Izan mirándome. Eso si tuvo sentido para mí, creo que solté todo el aire que había estado conteniendo.- Te quiero más que a nada y pase lo que pase… no dejaré de hacerlo.- Sus palabras me quemaron el alma y me aliviaron mi pena. Por supuesto yo ya me había prometido, ya no era una cuestión de mi madre, había sido mi elección. Él único que podía romper el compromiso era Nazan. Él no era el mismo, su personalidad variaba de “bueno” a “malo” como si tuviera un interruptor. Cierto, que era lo que le pasaba a la mayoría de los vampiros, aunque la mayoría renunciaba totalmente a una de las partes. Al tener que alimentarnos con sangre, y casi siempre matábamos para ello, la parte mala ganaba. Las siguientes palabras son las que me arrancaron de mi mundo y me devolvieron a la realidad.
-Cuida de Ashn por mí…- Realmente esas palabras habían salido de la boca de Nazan. Me dejó anonadada.
-¡Veinticuatro horas!-me gritó Izan-Solo dame veinticuatro horas para que pueda detener esta locura, Erika.
-No podrás…- Comencé la frase pero me interrumpió.
-¡¡Iros ya, joder!!- Entonces los olí. Venía un grupo de ángeles. ¿A qué olían los ángeles? Su olor se reconoce por un suave olor a azúcar, un olor muy dulce y delicioso.
Si nos cogían nos matarían. Debíamos irnos ya. Pero mi mirada no se movía de la de Izan. Volvió a ocurrir, me hipnotizó. Sólo estábamos nosotros dos. Y entonces le escuché. “Lo arreglaré” me lo decía mentalmente “No sé cómo, pero lo arreglaré”. No pude decirle nada, ni siquiera que le amaba. Él ya me lo había dicho dos veces y yo….
Nazan me cogió en brazos y me alejó de allí. No me resistí, pero no sabía si sería la última vez que vería a Izan. Sé que debería haberle dicho que me bajara y también debería de haber hablado. Pero lo único que hice fue abrazarme a él. Mis brazos le rodeaban el cuello y mi cabeza estaba apoyado en su hombro. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba, y no sólo físicamente. No sentir nada durante tanto tiempo a sentirlo todo de golpe… bien no era una experiencia grata precisamente.
En el último día solo había descansado unos minutos justo en este bosque. Y había soñado con mi ángel. Me había sentido tan bien junto a él. Me daba igual el placer o el sexo, sólo estar piel con piel era agradable para mí.
No sé cuanto tardamos en llegar a nuestra hermandad. Se encontraba en una casa de campo en medio del bosque. El emplazamiento había sido idea de mi padre. Le gustaba la tranquilidad, y aquí sin duda se encontraba.
Nazan no me habló durante todo el camino sólo se concentró en el camino de vuelta. De vez en cuando notaba su mano en mi cara intentando borrar mis lágrimas de mi mejilla. Tarea imposible. Lo sabía, no estaba pensando coherentemente.
- Erika. Erika. ¿Estás conmigo?- Creo que me quedé dormida de regreso. Escuchaba la voz de Nazan muy lejos.- Erika.- Notaba el tacto de su mano caliente en comparación con mi piel. Ya no estaba en sus brazos. Estaba tumbada en una cama.
Comencé a abrir los ojos y vi a Nazan estaba sentado junto a mí en mi cama. En cuanto fui capaz de ver claramente. Me di cuenta de que me miraba fijamente.
- ¿Qué pasa Nazan? ¿Donde estoy?- estaba algo aturdida no sabía muy bien donde estaba. Además tenía un fuerte mareo y dolor de cabeza, los que sientes después de un gran disgusto y lloro. Eso sólo me hizo recordar todo lo que había ocurrido antes de dormirme.
-Estás en tu cuarto, te desmayaste o te quedaste dormida por el camino, aún no lo tengo claro.- me miraba con… ¿comprensión? Me sentía muy despistada. Había mostrado que sentía algo muy fuerte por la hada y aún así se va a casar conmigo como si tal cosa. No lo entendía, pero ¿quién entendía a los hombres en realidad?
-Nazan dime una cosa ¿por qué te quieres casar conmigo si no soy la mujer que realmente amas?- Necesitaba que me lo aclarara…además a lo mejor si le convencía podíamos parar toda esta locura. Nazan me miraba fijamente y lo único que podía hacer era aguantarle la mirada como sí allí fuera a encontrar una solución. No sé cuanto tiempo estuvimos así, ni me importa. Sus ojos que poseían el mismo tono azul que el de su hermano, claro que los de Izan iban acompañados de verde y motas ambar. ¿Por qué no me había dado cuenta antes de lo parecidos que eran? Al fin respondió.
- Erika, no sé que decirte. – Dijo mirándome.
- Dime la verdad. Creo que me la merezco.- Necesitaba saberlo. Se lo pensó largo y tendido, hasta que debió de ver algo en mí que le hizo hablar.
- Ansío el poder. No el poder por que sí, sino el poder para destruir. Quiero tener el suficiente como para poder vengarme. Tu eres la manera más rápida y efectiva para llegar a él- Se encogió de hombros. Parece que solo estaba diciendo algo tan evidente y normal como si me estuviera contando que tiempo hacía en la calle.- Casándome contigo me convierto en el “rey” de nuestro mundo.
- Pero he visto como sufrías por ashn… ¿Me estas diciendo que vas a joderlo todo por tu ansia de poder?- Cabeceó en señal afirmativa.- Pero ¡serás gilipollas!, nos vas a joder la vida a los cuatro, imbécil.- Intente levantarme, y arremeter contra él, pero estaba muy débil. De un empujón me hecho en la cama de nuevo.
- Basta Erika, no es solo poder lo que ansío, ansío la venganza detrás de ella. Tengo que vengarme de mi madre y mi hermano.- En cuanto dijo la palabra hermano le intenté taladrar con la mirada. El sabía que no podía matarlo ¿qué tenía en mente?- No me mires así, no pienso hacerle daño…bueno no físicamente. Fíjate el daño se lo has infligido tu misma, eres tú la que has accedido casarte conmigo – Tenía toda la razón, era yo la que había accedido. Era yo la que le estaba dañando y le hacía sufrir. Y comencé a llorar como nunca lo había hecho. Lloré por mí, por mi ángel, por el dolor que me suponía no volver a verle, por no haberle dicho nunca que le quería…
No sabía como parar ese torrente de emociones. Mi corazón se encontraba cansado y roto. Me hundía cada vez más en la desesperación. ¿Dónde estaba el aire? No podía respirar, no podía ver a través de mis pestañas anegadas en lágrimas. En algún momento de mi desesperación Nazan me acunaba entre sus brazos y recitaba palabras de consuelo a las que no encontraba significado.
Por supuesto llegó en un momento en que mi cabeza se fue despejando, no sé cuanto tiempo había pasado, pero comencé a parar. Nazan me mecía con su cuerpo.
- Todo esto es solo culpa mía. – Decía mientras me secaba las lágrimas. – Hiciste exactamente lo que tenias que hacer. Eres tan valiente… Erika.- Ya no lloraba, mi respiración se fue calmando y fui capaz de pensar.
- ¿Cuánto tiempo llevo así?
- Un par de horas creo.- Mi boca calló de su lugar. Nazan, el mismo vampiro que había intentado matar a su propio hermano y que quería venganza, ¿Me había consolado y sostenido durante dos horas?
Me encontraba a un palmo de su cara mirándole a los ojos. Este chico no era malo, ¿Qué es lo que le había hecho su propia familia como para cambiar su forma de ser? Estaba seguro que él nunca antes había sido despiadado y cruel. De hecho no lo había sido con nadie excepto su hermano y madre.
- ¿Qué te hicieron Nazan?- Le toque la mejilla mientras lo decía. Algo había en él, en su poder, sus ojos que me recordaba a Izan y mi cuerpo reaccionaba a ello. Sabía que no me iba a contestar, pero en ningún caso pensaba que me besaría.
Me beso con pasión, con hambre, bebía de mí como si estuviera hambriento. Al principio no le correspondí, me dejó tan sorprendida… Pero al instante siguiente mi boca tomaba el control. No era este el cuerpo que yo quería conmigo, pero algo de él era lo mismo.
Me tumbó en la cama con todo el cariño del que fue capaz y se recostó sobre mí. Sus besos se volvieron suaves y dulces. Sus manos me acariciaban la cara, el cuello, los brazos y la espalda. Tanta ternura me derrumbó por dentro y por fuera. Ahora mismo no estaba con el vampiro sino con el ángel qué fue hace un tiempo. Después de conocer a tantos vampiros, estos nunca se habían portado conmigo como lo había hecho Nazan. Mis manos recorrían su musculosa espalda levantándole la camiseta. No había nada de malicioso en como estábamos. Por fin había encontrado la paz que necesitaba después de tanto sufrimiento.
Realmente si después de todo esto no había vuelta atrás y Nazan se convertía en mi marido… Creo que con el tiempo podía llegar a quererle. Nada podía compararse al amor que sentía por Izan pero era un comienzo.
Su lengua con la mía, sus labios con los míos se sentían tan bien… tan normales. La dulzura, ternura, suavidad que estaba usando conmigo no se parecía a nada que había probado en mi vida. Mi vida llena de crueldad, dolor, brusquedad, frialdad, violencia, agresividad y en última instancia pasión, no se parecía en nada a lo que estaba sintiendo. Nos besamos y seguimos besándonos, nuestras manos recorrían nuestros cuerpos para memorizarlos. Pero con eso bastaba, no había ninguna prisa. Mis manos comenzaron a quitar su camiseta, me molestaba, quería sentir su pecho con el mío. Entonces la puerta se abrió y Killian entró por ella.
No sé que se le pasó por la cabeza en cuanto nos vio, pero me hago una idea. Los celos le reconcomían.
- ¡Serás mal nacido!- Killian no se fijó en que mis brazos estaban a su alrededor y no apartándole.- Quítale tus manos de encima, gilipollas. Esta vez si te romperé el cuello.- oh, no, no. Dios esto no iba bien, nada bien. Killian estaba enfurecido. Y entonces arremetió contra Nazan.
En ese mismo instante Nazan se puso en pie. Al mismo tiempo que Killian clavaba su espada en su pecho.
Wow!
ResponderEliminarEsta genial la historia!
Espero los próximos capis ^^
Un besitooo